El sentimiento de pertenencia a un equipo o grupo es una circunstancia que nos ha acompañado desde el principio de los tiempos. Es más, se le atribuye un papel clave en nuestro éxito evolutivo dado que nos ha proporcionado la posibilidad de permanecer unidos ante los peligros y las adversidades de la naturaleza. La versión moderna de este sentido de pertenencia justifica que nos sintamos orgullosos de nuestra patria y nos impulsa a representarla -especialmente cuando estamos lejos de ella-; y de forma más cotidiana, nos hace vibrar cada domingo con nuestro equipo deportivo favorito al que seguimos incondicionalmente.
Pero es que el deporte profesional también genera pasiones porque es un referente de esfuerzo y entrega. Es un entorno en donde se aplica sin paliativos la meritocracia. Juega el que es mejor, con independencia de dónde viene, quién es o qué formación tiene. El desempeño y el talento son los ecualizadores. Y por eso lo admiramos. En el deporte encontramos las primeras llamadas a la competición, la autodisciplina, el liderazgo y el fracaso. En el deporte se aprende que el esfuerzo tiene su recompensa. Si trabajas duro, tienes resultados. Toda una lección de inspiración y liderazgo.
Desde el Korn Ferry Institute, referente internacional en pensamiento sobre liderazgo, se ha trabajado durante años en cómo esta realidad se aplica en el mundo de la empresa. El hecho es que los líderes empresariales saben cuál es el papel que juegan sus equipos en el éxito de un proyecto. La estrategia es importante, sí. También la visión de negocio. Pero la clave es la ejecución, y ésta viene determinada por el equipo. Y por cómo éste es liderado.
Vivimos momentos de cambio y los líderes saben que en este entorno jugar a empatar implica perder. Por eso necesitan mirar hacia adelante y avanzar. El fracaso se considera un entrenamiento para el siguiente éxito. Las crisis, una oportunidad. La única certidumbre es la incertidumbre… Por eso hay que adaptarse, ajustarse y seguir avanzando en vez de conformarse y dejarse llevar. Es necesario contar con un equipo innovador y comprometido, que trabaje como un sólo hombre, hacia un objetivo común.
Superación y esfuerzo
Según estudios recientes, la dotación genética no es lo único que determina el alto rendimiento de los deportistas. Sin duda lo propicia, y en según qué disciplina es imprescindible. Pero es la capacidad de esfuerzo del individuo, junto a las capacidades adquiridas, los conocimientos y la adaptación psicológica a una práctica deportiva intensa, lo que le convierte en deportista de élite. Esta capacidad de superación y esfuerzo, aplicada al mundo del trabajo, implica que somos capaces de superar la adversidad y, por tanto, las empresas bien dirigidas pueden superar las situaciones de crisis y conquistar nuevos horizontes.
En nuestra historia reciente, hemos conocido empresas, instituciones y gobiernos que han sabido reinventarse con éxito. Es cierto que en muchos casos, antes han tenido que tocar fondo y se han enfrentado a nuevas circunstancias, a menudo inesperadas y hasta inhabilitantes. Pero llegado a un punto, y tomada la decisión de salir adelante, han sido capaces de adaptarse, cambiar y salir finalmente fortalecidos.
Necesitamos los Ronaldos, Messis, Falcaos y Raúles en el deporte y en la empresa. Pero el éxito no será posible sin una mentalidad ganadora basada en un equipo cohesionado en torno a la inspiración de un líder.
Andrés Fontenla es director general de Futurestep España, empresa especializada en proyectos de reclutamiento y mandos intermedios del grupo Korn/Ferry International.
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