Trump, con los pies de barro

01:09h

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Donald Trump prometió acabar en días los conflictos de Ucrania y Palestina. Las buenas palabras de sus amigos Putin y Netanyahu satisfacían su ego, pero después tanto uno como otro seguían con sus políticas genocidas tras sus contactos telefónicos. Incluso en Ucrania avaló una propuesta de Moscú que no era otra cosa que la rendición sin condiciones de Zelenski.
El dictador ruso sueña con rehacer la gran Rusia que desapareció con la caída del comunismo, primero fue Crimea, ahora le toca Ucrania, los países nórdicos ya se preparan para una futura invasión y es evidente como acalla la oposición interna a su larga presidencia. Ahora fomenta una política de natalidad para recuperar las numerosas bajas de sus filas, aparte de conseguir combatientes de sus países amigos para que sean carne de cañón en el conflicto de Ucrania. Sus promesas con Trump no dejan de ser un brindis al sol con la que satisface al presidente norteamericano, que sólo ahora empieza a ser consciente que en política internacional tiene los pies de barro y sus supuestas dotes negociadoras a la hora de los resultados son más que estériles. Incluso llegó a considerar tras los últimos bombardeos rusos que Putin se había vuelto “completamente loco”.
Tampoco le van mejor las cosas con Israel, donde Netanyahu aprovecha una guerra que quiere ser larga para evitar la condena de los tribunales de su país por corrupción. Casa con aquel verso de Salvador Espriu en “Pell de brau” que considera que “a veces es justo y necesario que un hombre muera para salvar a todo un pueblo, pero nunca todo un pueblo ha de morir para salvar a un sólo hombre”. Las imágenes terroríficas de los asesinatos de niños, las bombas sobre hospitales, las familias destrozadas por los más de 50.000 muertos y la guerra del hambre que impone de momento no han inquietado en demasía la sensibilidad del presidente norteamericano que sigue proporcionándole sofisticado armamento para aniquilar a un pueblo indefenso que sigue considerando la causa israelita como justa.
Los contactos, presenciales o telefónicos, con el presidente israelí también son frecuentes, pero Netanyahu hace oídos sordos con las peticiones del pacificador norteamericano, que ve como sus recomendaciones, incluso amenazas, caen en saco roto. Ahora ya tanto le da los rehenes, para él cualquier palestino es un peligroso extremista de Hamas y busca borrarlos del mapa. Esto un pueblo que sufrió el terrible holocausto, un holocausto que es el que ahora practican con el pueblo palestino y encima tienen la desfachatez de considerar antisemitas a aquellos que critican su sangrienta venganza.
En cualquier caso, también las habilidades negociadoras del presidente Trump quedan más que en entredicho.