La grandeza de España: el gazapo que se tragó Felipe V y ha llegado a Felipe VI

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La Grandeza de España es fruto de una falsificación histórica, pero existe como hereditaria por obra y gracia de Felipe V y sucesores, que la simplificaron y eliminaron las Clases. Lo que a todas luces fue un experimento meritocrático de Carlos V, la vanidad lo transformó en un galimatías. Un engendro que terminó por mezclar varias instituciones jurídicas, en concreto las Casas Nobiliarias, cuya sucesión fue afectada por la Pragmática de 1534 y que no podían unirse por matrimonio a ninguna otra. Los “grandes de España” terminaron por unirlas y, en el siglo de la IA, presumir de una acumulación contra natura e ilegal. Justo lo contrario de lo que pretendía Carlos V.   La Grandeza se otorgaba, en principio, por un mérito personal que elevaba a personajes por encima de sus congéneres de acuerdo con su contribución al “interés general”; que era el del emperador, se entiende. El mérito personal fue convertido en hereditario con tres Clases, primera, segunda y tercera, a las que se añadió en el sigo XIX una nueva. Los “eruditos” que la crearon la bautizaron con el pomposo nombre de GRANDEZA INMEMORIAL. ¿Grandeza Inmemorial?. Es decir, la grandeza creada por Carlos V que, a la vista de lo documentado a continuación, nada tiene que ver con la de sus sucesores; en particular, de Felipe V en adelante.

Desentrañamos el misterio

Vayamos por partes. Para desentrañar el misterio, en vez de ir a un rey de armas que nos cuente un cuento, recurrimos a la IA. Nos pone en la pista del documento Código ES.28079.AHN/1.1.1.2.1/Consejos5240 fecha 26 de Octubre de 1707. En ese documento la Cancillería de Castilla explica a Felipe V (nacido francés) la Grandeza de España: “Por la Secretaría de la Cámara y Estado de Castilla se despachan los títulos de las merzedes de grandes de España a los sujetos a quien los Reies (…) son servidos conferir esa Dignidad, arreglándose este despacho a las mismas palabras que refiere el Real Decreto en que se digna de nacer esta merced, que, extrajudicialmente, se tiene entendido comprende tres clases: primera, segunda y tercera… No se halla noticia en la Secretaría ni en los papeles del archibo de Simancas (donde se ha pedido) la primera creación que hubo de los grandes, ni tampoco de la distinzión de las clases. Sábese solo (también extrajudicialmente) que fue en Alemania en tiempos del señor emperador Carlos Quinto. Tampoco consta en la misma escritura, ni en el archibo de Simancas, qué honras y prerrogatibas gozan los Grandes, ni en qué se distinguen los de la Primera clase de la Segunda, ni los de la Segunda de la Tercera, porque a todos es igual el tratamiento que se les da de primos en las cartas de su majestad que se describe por esta Secretaría así como en los títulos de Castilla de Parientes. En los despachos que se han dado en tiempo de los señores Phelipe 2º y 3º de las grandezas a los sujetos a quienes hicieron merced de ellas no se explica si son de 1ª , 2ª y 3ª clase, y solo en el de los señores Phelipe 4º, Carlos 2º y el Rey nuestro señor, Dios le guarde, se han expedido algunos decretos de estas merzedes con la nominación de 1ª, 2ª y 3ª clase, como adelante se dirá y también a hecho merced a distintos sugetos (ilegible) se les de el tratamiento de Grandes. Y en los títulos que se han dado en cumplimiento de estos Decretos se ha especificado y declarado a la merzed si es de 1ª, 2ª o 3ª clase, que es lo que no consta ni se halla en lo antiguo la formalidad que se ha tenido en la Cámara para distinguir quales son de la 1ª o 2ª clase ha sido…” Y pone como ejemplo que, si un sujeto hereda una grandeza,“verbigracia Duque de Medina Sidonia”, se consultaba el tratamiento que se les daba a los antecesores: grande de 1ª clase, que si el sujeto firmase “conde de Niebla (título de los primogénitos de Medina Sidonia), se tendrá por grande de segunda clase, pero se le responderá tratándole de duque de Medina y Primo (Primo es igual a Grande). “Para calificar cuáles son de 1ª o 2ª clase no hay otra comprobazión que lo de reconocer las cartas de sus antecesores, dando cuenta de haber heredado”, “si las del nuevo posehedor binieren alteradas firmando con Grande de 1ª  clase, no siendo, no se les responde”. El documento continúa con una desordenada relación de Grandes organizados por Clases: cuatro, si contamos, “Grandes de los que se tiene noticia y no constan” En resumen, el sucesor de un título tenía que comunicar a la Secretaría de la Cámara, la muerte del anterior para pedir la carta de sucesión y era la Cámara la que calificaba la grandeza de acuerdo con lo estipulado en las cartas de Sucesión anteriores. Dejando de lado las “clases” de la Grandeza de España, parece que a partir de Felipe II los reyes otorgaron Cartas de Grandeza. Pero antes no había sucedido. Es decir, habría grandezas indocumentadas. Felipe IV, Carlos II y Felipe V complican las cosas y despachan tres clases de Grandeza. A saber… El documento nos dice que no “consta en la misma escritura ni en el archibo de Simancas qué honras y prerrogatibas gozan los Grandes”. Sin embargo, se les atribuye la obligación de pedir permiso al rey para casar a sus vástagos, cuando menos al primogénito. Pero esta obligación se deriva de la Pragmática de 1534 que cambió el orden de sucesión de las grandes Casas (en este caso hereditarias) de manera que no se juntasen con otras por matrimonio para conservar las memorias separadas. Lo que quiere decir que la Grandeza, que en principio no parece que fuese hereditaria por ser personal, se confundió con las Grandes Casas de 1534.

Con Felipe V no existían Inmemoriales

Así que, en tiempos de Felipe V no existía la Grandeza Inmemorial, sino tres clases de Grandeza. ¿Qué sería la Inmemorial? Pues aquella de la que no existe Carta de otorgamiento. Es decir, la de Carlos V. En el siglo XIX unos eruditos compusieron esa grandeza revisando la correspondencia del emperador a ver a quién trataba de “primo” y sirviéndose, sin duda, de la Lista de Maríneo Sículo con la que, con alguna excepción, terminaron por confundir la Grandeza Inmemorial. Cuestión que se deduce de que ni Niebla, ni Villafranca del Bierzo fueran incluidos en la grandeza inmemorial. Maríneo Siculo fue cronista y capellán de los reyes católicos y autor de “De rebus Hispaniae memorabilibus” publicada en 1530, en el libro XXV incluyó una lista de las Grandes Casas de Castilla con sus linajes y rentas que permite conocer las Casas que no pueden unirse para conservar sus memorias separadas, según la Pragmática de 1534. Niebla no aparece en la lista de Marineo, pues en el siglo XVI la cabeza de la Casa de esa rama de los Guzmán era Medina Sidonia. Por el contrario Villafranca del Bierzo, que sí aparece en la lista de Maríneo Siculo como Gran Casa de Castilla cuya sucesión sería afectada por la Pragmática de 1534, no debió ser considerada Grande Inmemorial porque el marqués de Villafranca, coetáneo de Carlos V, era marqués consorte. En este sentido el documento nos cuenta que “también a hecho merced a distintos sugetos (ilegible) se les de el tratamiento de Grandes” ¿Otorgaba Carlos V una Grandeza distinta a los sujetos sin título que a los sujetos con título? Pues no, la Grandeza era la misma. Tirando del ejemplo, que se incluye en el documento de 1707, se puede esclarecer el galimatías: “si un sujeto hereda una grandeza, verbigracia Duque de Medina Sidonia, se consultaba el tratamiento que se les daba a los antecesores: Grande de primera clase, que si el sujeto firmase conde de Niebla (primogénito de Medina Sidonia) se tendrá por Grande de segunda clase, pero se le responderá tratándole de duque de Medina y Grande de Primera clase” Salta a la vista que se reconoce una grandeza al condado de Niebla. Grandeza sin carta y por tanto Inmemorial, pero no tenida por tal porque en el siglo XVI Niebla no era el título cabecera de su casa, lo era Medina Sidonia, y por tanto no figuraba en la lista de Grandes Casas de Castilla de Maríneo Siculo. Pero hay más contradicciones en la relación de Grandes que contiene el documento de 1707 con la “teoría general de la Grandeza Inmemorial”; Villafranca del Bierzo figura como Grande de Primera clase entre los aproximadamente 31 de esa clase (muchos desaparecidos), y marqués de los Vélez de Segunda. Sin embargo, Los Vélez se considera Grande Inmemorial, un galimatias. ¿Un Inmemorial descendido a segunda división doscientos años más tarde? ¿Y Villafranca del Bierzo, lo contrario: un ascendido? ¿Quienes eran los Vélez y los Villafranca coetáneos de Carlos V? Los Vélez era Pedro Fajardo y Chacón, adelantado y Capitán General de Murcia, equivalente a Virrey pues no lo había en Murcia, que pasaba por ser peligroso y contumaz comunero. Villafranca del Bierzo (consorte) era Pedro Álvarez de Toledo y Zúñiga, virrey de Nápoles 1532-1553 y suegro de Cosme I de Médici. Pedro de Toledo debió de ser Grande de su época, como comprende cualquiera que visite Nápoles, pasee por Vía Toledo y descubra que esa Vía honra su memoria. Pero la marquesa de Villafranca era su mujer y no recibiría cartas del Emperador tratándola de prima, no tenían asuntos que tratar. Villafranca del Bierzo fue sucedido por dos de los hijos de Pedro. Fueron dos los sucesores, primero, Pedro, que murió sin hijos y luego, García (primer duque de Fernandina que acrecentó Villafranca del Bierzo con Fernandina, cuestión que se le permitió porque esa unión no fue consecuencia de matrimonio y no contrariaba la Pragmática de 1534). Cada uno se hizo con su propio rango. El de García, almirante que enfrentó con éxito a los turcos en Malta, lo puede suponer el lector. En cualquier caso, Villafranca del Bierzo no se considera Grandeza de Carlos V.  El rango de quien fue virrey de Nápoles durante 21 años no se le “pegó” al título de su mujer. Lo que probaría que Carlos V no pretendió una grandeza hereditaria. La Grandeza “hereditaria” terminó con la revolución meritocrática del Emperador. Su revolución fue “reinterpretada” por sus sucesores. La Grandeza se adscribió a fortunas blindadas (mayorazgos) que, a pesar de la prohibición de acumularse, se acumularon confundiendo nobleza y mérito con Capital. De esta manera todo quedaría igual por los siglos de los siglos, Amén, lo que es reflejo de la escasa movilidad social de entonces y de la desigualdad de oportunidades.