Marruecos, la amenaza fantasma

01:09h

Mientras Pedro Sánchez peregrinaba por Europa, convertido en el misionero de la franja de Gaza y del chiismo radical, apenas debió tener tiempo de enterarse del brutal ataque de Irán a Israel, a juzgar por lo tarde –el último de la UE- y la tibieza en su condena. Además de dejarnos si saber qué parte del “no es no” al reconocimiento de un estado palestino en las circunstancias actuales que le dieron sus colegas de Noruega, Portugal, Bélgica, Eslovenia, Alemania, Italia y Francia no acaba de entender. Reconocimiento que promueve además, sin concretar en qué condiciones, bajo que gobierno, ¿el de los terroristas de Hamás?, con qué fronteras y, sobre todo, sin consenso interno y en Europa. Y una misión diplomática inventada más para buscarse un hueco internacional entre la izquierda radical, al más puro estilo Zapatero porque tiene serias dudas de que pueda agotar la legislatura. Un ataque el iraní sobre cuyas consecuencias se pregunta ahora la mayoría del mundo occidental y un conflicto en Oriente Medio que en el caso de España abre un nuevo frente de preocupación con epicentro en Marruecos y sus apetencias sobre Ceuta, Melilla, las Canarias y con amenaza para nuestros intereses comerciales y geoestratégicos en la zona del Estrecho y el norte de África, en los que no parece reparar nuestro Presidente ni nuestro gobierno. Recordar que Marruecos restableció relaciones con Israel como parte de los Acuerdos de Abraham a finales de 2020, con la mediación de Estados Unidos y desde entonces, el país magrebí no sólo es socio preferente de Washington en detrimento de España, sino que las relaciones de defensa entre Israel y Marruecos están desarrollándose muy rápido, han realizado maniobras militares conjuntas, Israel es ya el tercer suministrador de armas de Marruecos y la empresa israelí Blue Bird  ha anunciado que va a abrir un centro de producción de sus sistemas aéreos no tripulados en el reino alauita. Pero sobre Marruecos, Pedro Sánchez es como los tres monos sabios, ni ve, ni oye y mucho menos habla. Todavía seguimos sin saber por qué se plegó a reconocer la soberanía marroquí sobre el Sahara Occidental, de forma unilateral y dando un giro histórico a la política exterior española mantenida por todos los gobiernos desde que España abandonó su colonia en noviembre de 1975. Tampoco se ha explicado las razones de por qué mientras la sequía azota a España, ha decidido conceder un crédito de 250 millones de euros para construir la mayor planta desaladora de agua con última tecnología en Marruecos, que construyen empresas directamente vinculadas con el primer ministro marroquí. Ni porqué desmanteló la unidad de élite de la lucha contra el narcotráfico en la costa gaditana. O su falta de firmeza en defender la españolidad de Ceuta y Melilla. Y ni siquiera ha pedido explicaciones a Rabat sobre las maniobras militares cerca de las costas de Canarias durante tres meses y con un despliegue a gran escala de la armada marroquí. Y todo esto, ¿a cambio de qué? Porque Marruecos sigue sin abrir las aduanas de Ceuta y Melilla, ha iniciado a través de una ONG una nueva campaña en la ONU para pedir la descolonización de las dos ciudades españolas y el archipiélago canario y sigue sin frenar las oleadas de inmigrantes hacia España. Cómo se preguntan desde ámbitos políticos y diplomáticos, ¿qué sabe el rey moro de Sánchez y de las actividades de su mujer, Begoña Gómez, tras el espionaje de Pegasus a su teléfono móvil y que desde Moncloa ni quieren, ni saben, ni pueden aclarar?