Los ninis, el empleo y la formación

01:09h

El Instituto Nacional de Estadística estima que en España el 17% de nuestros jóvenes ni estudia ni trabaja. Más o menos unos 1,12 millones de jóvenes entre los 16 y los 29 años. Mientras que los jóvenes sisis, los que trabajan y estudian, van aumentando paulatinamente, los ninis son bastantes menos que hace una década, pero aún son muchos. Los ninis viven al margen de la educación y al margen del mercado de trabajo. Hablamos mucho de los mayores y de los terribles efectos de la pandemia sobre ellos, pero en términos de empleo los jóvenes han sido tremendamente afectados. Los ninis adquirieron entidad propia tras la crisis iniciada en 2008 y desde entonces pasaron a formar parte de las prioridades políticas y se convirtieron en tema de conversación y estudio de los profesionales. Los jóvenes menos cualificados, son los que tienen más posibilidades de terminar convertidos en ninis. Y acabar siendo un nini significa entrar en el túnel que puede conducirte a la pobreza, la marginación y, con frecuencia, a la enfermedad, el deterioro de la salud. La Formación Profesional se convierte (y no sólo para los jóvenes menos cualificados) en uno de los mejores caminos para encontrar un empleo. La FP permite acceder a habilidades y cualificaciones que actúan como una defensa contra la exclusión. Una vez más, los procesos de acompañamiento y orientación se convierten en esenciales para aprovechar adecuadamente las aptitudes de cada persona. Es cierto que las habilidades necesarias cambian continuamente. Precisamente por ello es necesario que la Formación Profesional se convierta en un instrumento flexible en conexión continua con la realidad del trabajo, fomentando las prácticas laborales y los sistemas de formación dual. De hecho, casi el 90 por ciento de cuantos han pasado por la FP consideran adecuados y útiles los conocimientos adquiridos, mientras que poco más del 60 por ciento de los estudiantes, en general, manifiestan este mismo tipo de satisfacción. Por otro lado, casi dos de cada tres estudiantes graduados en FP consiguen un empleo estable  en un periodo breve de tiempo tras terminar sus estudios. Es clave, en este proceso, contactar a esos jóvenes ninis, lo cual no es fácil. Muchos de ellos no están inscritos como parados, ni están en contacto con otros servicios públicos como los servicios sociales. Por eso hay que buscarlos en las asociaciones juveniles, clubs deportivos, o en las propias calles, incluyendo la utilización de las redes sociales. Se trata de que la situación no se enquiste y algunos de ellos terminen alejados de las dinámicas sociales de formación y empleo. Es terrible que un joven nini acabe convertido en un adulto nini. Por eso en Europa, para combatir este riesgo, se pusieron en marcha los  Planes de Garantía Juvenil, precisamente en los tiempos más duros tras la crisis económica desencadenada en 2008. Es cierto que el intento funcionó relativamente y contribuyó a disminuir los altos porcentajes de desempleo. Pero entonces llegó la pandemia y volvieron a crecer las tasas de desempleo juvenil. Desde entonces la Formación Profesional ha hecho todo lo posible para mantener a esos jóvenes desempleados en el sistema educativo, intentando evitar el abandono de la formación. La crisis y la pandemia, después, han obligado a mejorar las competencias digitales y abordar nuevas prácticas formativas. Pero los jóvenes han visto empeorar su situación. Perdieron sus empleos y hasta la formación en prácticas en las empresas ha sufrido un retroceso. Los problemas de salud mental también se han cebado en este colectivo. Una de las consecuencias es que las desigualdades de todo tipo se han agudizado. Se impone como una necesidad alcanzar un gran compromiso político y social. Todas las medidas que actúen sobre la inserción laboral de los ninis serán bien recibidas, pero esa accesibilidad al empleo debe comenzar por el reforzamiento de nuestra Formación Profesional. Lo que está en juego es el futuro de aquellos jóvenes que ni tienen un empleo, ni participan en procesos formativos.