El regreso de Jordan

25/03/2013

Joaquín Pérez Azaústre.

Michael Jordan lanza su vuelo medular en la luz del silencio. Acaba de cumplir 50 años y todavía juega al baloncesto. No como cualquiera de nosotros, echando unas canastas en el patio trasero de su casa –incluso en ese caso sería diferente: tiene un polideportivo en el que suele organizar partidos veraniegos con jugadores activos en la NBA-, sino esquivando mensajes más o menos enigmáticos sobre la posibilidad de su regreso. No sería la primera vez, porque Jordan se ha retirado ya tres veces: las dos primeras, en la plenitud de su carrera deportiva. Primero, después de haberse convertido ya en el mejor jugador de cualquier tiempo, anunció su retirada cuando su padre fue asesinado, según parece, por unas deudas de juego. Michael dejó el baloncesto y también a los Bulls, el equipo que tanto lideraba, para intentar jugar al béisbol en la segunda división estadounidense, en un equipo apenas seguido hasta ese instante que, de pronto, se convirtió en objetivo de todos los flashes. No fue un capricho de la estrella, porque siempre ha habido en Michael Jordan un componente más profundo que la longitud natural del juego: intentado volver al béisbol que jugaba, de niño, con su padre, trataba de buscar a su padre, también, en los campos de juego. Quizá logró encontrarlo, pero el caso es que regresó dos años después a los Chicago Bulls para ser otra vez el mejor jugador de la NBA y conquistar el campeonato: así, dos años después, tras haber practicado otro deporte, Michael regresó siendo incluso mejor jugador que antes, como si su anterior dominio se hubiera convertido en una especie de atletismo interior, en una confianza tan sólida en sí mismo que asimilaba todo el juego de la pista.

Después volvió a retirarse, ya definitivamente –o eso dijo-, y tras algunos años de inversiones compró un equipo de la NBA, los Washington Wizzards. Decepcionado por el poco arrojo que ponían sus chavales en la pista, bajó a entrenar con ellos cada día, para así motivarlos, viendo que la leyenda Michael Jordan trataba de mostrarles el espíritu del juego. Tanto, que cuando comenzó a ganarles decidió vender sus acciones –en la NBA un jugador no puede ser propietario del equipo en el que juega- y volver a calzarse sus nuevas Nike Air Jordan. Así volvió a jugar, y con 40 años siguió metiendo, en varios partidos, 30 y 40 puntos, llegando a los 52 en un partido. En los descansos le veías sentado en el banquillo con las rodillas cubiertas por bolsas de hielo, pero ahí estaba él, para alegría de un entonces jovencísimo Pau Gasol, que nunca habría creído, en su soledad juvenil en Sant Boi, con las paredes de su cuarto llenas de posters de Jordan, que iba a jugar con él años después de retirarse el mito. Luego colgó las botas.

Pero de pronto, cercano su 50 cumpleaños y el All Star Game, algunas gentes de la NBA comienzan a decir que Jordan todavía puede regresar. De nuevo. Otra vez. Para volver a hacer lo inalcanzable. Que quizá la NBA prepara una sorpresa en el All Star. Y de nuevo el rumor: que el ahora propietario de los Bobcats baja a entrenar a menudo con sus jugadores, que no parece un hombre de 50 años, que les gana, que sigue teniendo un imparable tiro en suspensión… Hasta que la joven estrella de los Bobcats Michael Kidd-Gilchrist Jamison, de apenas 19 años, reconoce que hace pocos días perdió un uno contra uno contra Jordan.  Me retó a un partido de uno contra uno. La verdad es que fue duro para mí. Perdí contra un tipo de 50 años. Aunque es mi jefe. Por supuesto que creía que iba a ganar a Jordan. No sé. ¿Cómo iba a perder con alguien de 50 años?”.

Cuando le preguntó si veía a Jordan volviendo a jugar, respondió que “No me sorprendería para nada. No sería un shock para mí, él aún tiene algo. Lo tiene”. Así, durante unas semanas, hemos estado soñando con la posibilidad de que Jordan volviera. Claro que no habría sido el mismo que con 30, pero eso qué importa. Tampoco el maduro Sean Connery era el mismo Robin Hood que el saltarín Errol Flynn en Robin y Marian, y es la mejor película del tema. Todo esto nos ha traído un aliento crepuscular muy de andar por casa, muy de volver a sacar lo mejor de nosotros mismos en la cancha. Hasta compré un balón y volví a tirar a canasta. Porque si Jordan podía volver a los 50, ¿qué no se puede intentar hacer con 36? ¿De qué no somos capaces todavía?

Pero el mismo Michael acaba de despejar la espuma vacilante de los sueños: “No voy a volver con 50 años. He pasado por un período de transición. Se llama tiempo, edad, peso. No he cogido de nuevo un balón. No, no voy a volver con 50 años, aunque en mi cabeza siempre creeré que puedo jugar a baloncesto”. Él lo creerá siempre en su cabeza, y nosotros también. Seguramente Jordan siempre guardará la bala en la recámara, su disparo en el segundo final, ese último tiro en suspensión. Siempre pensará que puede volver. Mientras, nos ha logrado convencer, otra vez, de que era posible, y algunos hemos vuelto a ver, sobre la cancha, a pesar del descrédito actual, la mejor sombra alargada de nosotros mismos.

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