Fátima Báñez y la “movilidad exterior”

17/04/2013

Joaquín Pérez Azaústre.

Fátima Báñez, ministra de Empleo, habla de “movilidad exterior” refiriéndose a los miles de jóvenes que han tenido que irse a vivir fuera para encontrar trabajo. Fuera de la casa, la ciudad, los amigos, las cañas, fuera de la vida que se ha estado buscando durante un plan de estudio que ha devenido en nada dentro de la oferta nacional. Habla Fátima Báñez de “movilidad exterior” y uno se pregunta si hay “movilidad interior” en las cabezas de algunos de nuestros representantes, si sucede algo ahí adentro, si hay, como diría el divulgador Íker Jiménez -pero no refiriéndonos a más allá del sistema solar, sino al más acá-, en el pensamiento de algunos políticos, lo que se ha dado en llamar “vida inteligente”, esto es: una capacidad de raciocinio convertida en lenguaje.

Lo primero que se corrompe en una dictadura es el lenguaje. Y en un estado de cosas que avanza hacia el recorte radical de los derechos de los ciudadanos, pero que se enmascara todavía como una democracia participativa, el apropiamiento indebido del lenguaje es el primer objetivo diario. Lo comprobamos en cada declaración de María Dolores de Cospedal: los escarches son nazis, quienes pagan las hipotecas son votantes del Partido Popular. Pero mientras que en Cospedal asistimos a un propósito generado a sí mismo, porque parte de una voluntad previamente consciente de tergiversar los hechos, en Fátima Báñez, por el contrario, da la sensación de que ella asiste a su propia representación, como si repetir consignas fuera lo mismo que haberlas reflexionado previamente. Es como si alguien le hubiera aleccionado: “Mira, en España no hay emigración. Eso era cuando el landismo, con Vente a Alemania Pepe, y un poco antes. Ahora lo que hay es dinamismo. Ahora lo que hay es Ryanair. Y la gente viaja. Encuentra otras fronteras. Habla idiomas. Por eso se va la juventud española. Y a esto hay que ponerle un nombre. Vamos a pensarlo. Sí, ya lo tengo. Movilidad exterior”.

Y luego llega Fátima Báñez y lo suelta, y se queda tan ancha. Como si por negar la realidad no fuera a estallarnos en la cara. Como hace unos meses, cuando dijo que estábamos saliendo de la crisis mientras seguía subiendo el paro y no paraban de cerrarse empresas. Es la verdadera “movilidad interior”: cierta tendencia totalitaria a corromper el lenguaje, quitándonos –también- el derecho a esgrimir las palabras con su significado verdadero.

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