Gasol y la juventud perdida

29/04/2013

Joaquín Pérez Azaústre.

Pau Gasol se cubre la cabeza. Acaba de sentarse en el banquillo y se echa la toalla por encima, porque no quiere ver lo que sucede. Sin embargo, sí puede escuchar la tremenda ovación de todo el Staples Center puesto en pie, agradeciendo la entrega y pundonor de un jugador que ha sido estandarte del equipo, una especie de revelación de inteligencia y visión sobre el juego del poste, y acaba de atravesar su peor temporada en la NBA. En el cuarto partido, Los Ángeles Lakers han sido vapuleados por los San Antonio Spurs. Nombres españoles de equipos norteamericanos, a los que tuvo que llegar un español, hace ya muchas temporadas, a demostrar que el viaje visionario de Fernando Martín no iba a ser el último, porque el baloncesto español había llegado para quedarse y ganar. Pero esta temporada, nuestro mejor jugador ha tropezado con la mala suerte, el desgaste interior de su cuerpo cansado y la mala estrategia de su entrenador.

“He intentado dar lo máximo, sin pensar si podía ser mi último partido. Para mí ha sido muy emotivo y estoy muy agradecido por la reacción del público, por su apoyo en un momento tan difícil (…). No tengo ni idea de qué va a suceder en el futuro. Está fuera de mi control. Me sorprendería que no hubiera cambios. Ha sido una temporada muy difícil en muchos sentidos. Hemos intentado dar el máximo a pesar de todo ello y hemos llegado a los playoffs. Debemos estar orgullosos porque el equipo, pese a los múltiples problemas y adversidades, no ha abandonado y ha luchado hasta el final”.

Pau cumple este verano 33 años. Se ha pasado la temporada en hielo y agua fría, para dar descanso a sus músculos y sus articulaciones. Debe decidir si acude al próximo Europeo de Eslovenia con la selección, algo que la afición desea y también él mismo: pero después de una tendinitis en las rodillas, una conmoción cerebral y una fascitis plantar, pensando en que todavía pueden quedarle tres –quizá más- temporadas en activo, quizá ha llegado el momento en que la propia afición, y la selección, sean generosas con él y le dejen descansar, porque de ese descanso dependerá el futuro.

Con 33 años, Pau seguirá siendo aún un hombre joven y el mejor jugador de baloncesto, con su amigo Navarro, que ha dado este país. Pensando en Pau Gasol, y en lo que ha sufrido esta temporada, recuerdo los momentos de rubia plenitud, siguiendo los primeros partidos de aquel grupo de chavales que ganó a EE.UU. en aquel mundial junior. Cuántos veranos de poesía y amistad a lo largo, de partidos seguidos en el bar al que nos llevara la aventura, entre el calor y las sábanas porosas y festivas de nuestra primera juventud. Quizá uno desea que Pau se quite la toalla de la cara, mire al frente y siga jugando a baloncesto porque, de alguna forma, es una manera de prolongar la vida agigantada con sus ecos perdidos.

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