El tiempo pone a cada uno en su sitio

17/05/2013

Maite Vázquez del Río.

Hace años, el 28 de diciembre de 1993 para ser más concretos, un escándalo sacudió el mundo financiero español: Banesto y el ingreso en prisión de Mario Conde. Hemos saltado de siglo y cambiado la «cultura del pelotazo» acuñada en tiempos del ministro socialista Carlos Solchada, por otra mucho más cutre y mucho más avariciosa a la que aún nadie se ha atrevido a bautizar, donde se entremezclan los poderes económico y político, y en la que las cajas de ahorros se encuentran en la punta del iceberg. Miguel Blesa y la compra del City National Bank of Florida es el escándolo de ahora.

La sociedad española vive en plena escandalera nacional entre recorte y recorte. En la década prodigiosa, en la que económicamente todo se podía y que comenzó, sobre todo, desde que España ingresó en el euro por la puerta grande y aspiró a ser la tercera economía europea, mientras a unos nos acusaban de vivir por encima de nuestras posibilidades (como si nosotros fuéramos los que fijáramos los precios de los pisos, la luz, el petróleo o el pan…) otros vivían amasando stock options, «donaciones» multimillonarias contabilizadas en cuentas b, bonus, y unos sueldos que se salían de la comprensión de lo que debe ser una remuneración por la que se fije la valía de un trabajo. Podríamos llamarla, por esa manía que tenemos que poner nombre a las cosas, la década del «pelotazo globalizado»…

Euro y globalización nos han abierto económicamente al mundo, pero también nos han traído corrupción, la más feroz, que (nosotros sepamos) está empezando a sentar en los banquillos a empresarios, banqueros, políticos, mujeres y amantes. Los jueces tienen que decidir sobre más de 1.300 casos de corrupción contabilizados (ojalá se pudieran conocer todos los que realmente se han producido) y, con los recortes y las subidas de tasas aprobadas por Alberto Ruiz Gallardón podría ser que  todo quedara en agua de borrajas. Tal vez, por eso de acallar protestas o limpiar alguna imagen, encuentren algún chivo expiatorio.

En la cultura del «pelotazo» surgieron, además del mencionado «caso Conde» -se destapó el 28 de diciembre de 1993 y se dictó sentencia el 31 de marzo de 2003 de 10 años y 2 meses de prisión para el exbanquero y el Tribunal Supremo dos años después dobló el tiempo de la primera sentencia-, hubo otros como el «caso Kio», el «caso Ibercorp»… ¿cuántos quedarían entonces sin destapar? Pero de los que se conocieron, el tiempo puso a cada uno en su sitio.

En la actual cultura del «pelotazo globalizado» habrá que esperar, tal vez, más de una década para que «el que lo ha hecho, lo pague». Nuevamente volveremos a ver a cada uno en su sitio… pero a la vista de todo lo que huele a podrido (desde la Casa Real al más pequeño de los ayuntamientos, pasando por favores empresariales y de bancos a cambio de contratos públicos millonarios…) hay muy pocos jueces para tantos sumarios  y muy pocas cárceles para dar cobijo a tanto «presuntamente» (por ahora) corrupto. De momento, algunos chivos expiatorios, que no por eso inocentes (presuntamente), como Miguel Blesa o Gerardo Díaz Ferrán han empezado a ver por donde está su sitio. Otros, como a Luis Bárcenas la sociedad ya sabe cuál debería ser su sitio, pese a que se agarre a un clavo ardiendo en forma de chantaje.

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