Se acabó la crisis y usted sin enterarse

20/10/2013

Germán Temprano.

Al igual que la primavera, la recuperación ha venido y nadie, salvo Botín y el Gobierno, sabe cómo ha sido. Lo cierto es que en la Cumbre Iberoamericana, muy devaluada sin que el Rey mande callar a alguien, se ha visto a un Rajoy sonriente y pletórico dentro de sus posibilidades. De hecho ha retado a que se desmenucen los datos macroeconómicos para comprobar que sólo el ciego que no quiere ver puede negar el advenimiento de la luz al final del túnel. Entre esos indicadores se entiende que excluye los de menor importancia como es el insoportable índice de paro o que el número de pobres severos, aquellos que sobreviven con menos de trescientos euros al mes, se ha duplicado en dos años o que, según las previsiones, en este año se puede batir la plusmarca de empresas en concurso de acreedores. En torno a nueve mil.

Con estos pequeños detalles, sumada la pérdida de poder adquisitivo de trabajadores y pensionistas y su segura afectación al consumo o la precarización del mercado laboral, no faltará algún descreído que dude. Ya se sabe que en este país hay mucho tiquismiquis que antepone la realidad a la fe. Por eso tampoco ha faltado quien ha tenido que hiperventilar cuando el presidente del Santander ha venido a decir que en España, llegado el otoño, lo que llueven son billetes de quinientos euros de ese cielo en el que vivimos. Sería elocuente saber cuántos créditos a emprendedores y pymes concedió su entidad financiera al día siguiente de jalear en Nueva York la llegada de esa presunta manada de vacas gordas. O al menos conocer si a los solicitantes se les dio los buenos días o ni siquiera eso. La coartada que maneja el mismo Gobierno que afeaba a ZP su optimismo y ahora le ha dejado a la altura de don Pésimo es que el crédito tardará en llegar a las familias.

Lo que no tarda nada en llegar es el desparpajo con el que, por ejemplo, el magnificus ministrus Montoro, que diría el presidente, pide que le miremos a los ojos y le creamos cuando asegura que la recesión ha pasado. Y eso sin que le entre la risa floja lo que no deja de ser lo más meritorio que se le puede atribuir en su gestión. Lo que no especifica es si le tenemos que creer igual o más que cuando clamaban en los mítines contra la subida de impuestos o ponían tenderetes para firmar contra la subida del IVA o se juramentaban para jamás tocar las pensiones ¿Se acuerdan? Qué tiempos. Con esos antecedentes resulta imposible poner en cuarentena la palabra de Rajoy.

Por eso oírle en Panamá hablar de lo saneada y reforzada que saldrá la economía, de sus sólidas bases o de que todas las medidas adoptadas han tenido un éxito espectacular, y emocionarse es todo uno. A este hombre no nos lo merecemos. Mientras el tiempo la hace justicia lo complicado es discernir si miente de manera compulsiva o de verdad se cree lo que predica. Lo primero sería más llevadero por la fuerza de la costumbre. Lo grave sería lo segundo. Delataría que uno puede presentarse a ser presidente de un país y creer que está gobernando uno totalmente distinto. O, lo que viene a ser su traslación práctica, que mientras millones de ciudadanos las pasan canutas quienes rigen buena parte de sus destinos dan por bueno que suba el Ibex a costa de sus miserias.

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