Técnicas de iluminación, de Eloy Tizón

15/11/2013

Joaquín Pérez Azaústre.

Asomarse a las aguas esmeraldas y turbias, de intacta placidez, puede deparar la sorpresa inquietante del fondo. Es lo que sucede con la narrativa de Eloy Tizón, que acaba de publicar Técnicas de iluminación, un libro de relatos que sitúa en su lugar Velocidad de los jardines, el título tan celebrado de un autor que ha hecho de la poesía narrativa, o de la sorpresa cotidiana colgante del asombro más sutil, toda una poética ética y estética. Así, ya podemos decir que Técnicas de iluminación, publicado por Páginas de Espuma, es el más logrado de los libros de relatos de Tizón, como seguramente Labia es su mejor novela, y que Velocidad de los jardines se reubica, en nuestra estantería personal, como un gran libro de un joven autor que refrendaba lo que podría ser. Digamos que lo que Velocidad de los jardines podía dejar entrever, más allá de su excelencia inmediata, ahora se confirma en este libro, cargado de sentido y de ambición en una prosa tersa, lírica en la imagen sostenida, por ejemplo, en Fotosíntesis, el relato que abre el libro, más tupido de densidad poética que muchos de los libros de poesía que se publican hoy; pero también en el resto, con una indagación desolada en los mimbres del devenir, que tras su aparente normalidad nos descubre otra atmósfera.

Una familia deja atrás su casa, digamos que un domingo. Arrastran su indefinición por una carretera indefinida y dúctil, que luego se abre paso por su propia espesura emocional, adentrándose así en la ruta del bosque, mientras suena una música final que recuerda a la fiesta, esbelta de extrañeza y plenitud, que se encontró El gran Meaulnes. En Merecía ser domingo la tragedia apocalíptica no se deja atrás, y quizá no ha ocurrido: porque aquí son los propios personajes los que arrastran la carga de un enigma, con una partitura radical abierta a lo desconocido, compuesta entre las copas de los árboles. Esa misma desolación la vemos en Ciudad dormitorio, con esos trenes cercanías que salen de la ciudad, que nos alejan de su pulso ciudadano, para llevarnos por planes urbanísticos a medio construir, ya casi abandonados, con centros comerciales de largas galerías ahora silenciosas, bajadas las persianas de unos escaparates tan vacíos como la mirada rendida, a través del cristal, de su protagonista. Alrededor de la boda es un relato fantástico sobre lo fantástico que resulta, en la primera juventud, apuntarse a cualquier plan que conlleve una ruta improvisada, incluyendo el final, desnudos sobre el césped, embarcados en cuerpos orillados y tibios, quitados los vestidos de las damas de honor. Luego Manchas solares nos sitúa unos años más adelante, ya en una primera madurez, cuando en las relaciones de pareja se permite el regreso, y se deja pasar cualquier ajuste de cuentas atrasadas y fundidas en la propia molicie de una aceptación.

Técnicas de iluminación es el mejor libro de relatos de Eloy Tizón, complejo y sumergido  en todas esas capas sucesivas de natación interna, de profunda tersura, con esa prosa plástica y ritual que sabe hallar los pliegues encendidos de la normalidad.

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