El problema: un exceso de ahorro

25/11/2013

Miguel Ángel Rodríguez.

La Comisión Europea ha manifestado su intención de examinar el superávit de la balanza por cuenta corriente alemana con el objetivo de determinar si en este exceso pudiese existir algún elemento que incidiera en la falta de crecimiento en el resto de la zona y si puede ser susceptible de ser modificado a instancias de este organismo.

Evidentemente, tal y como está configurada o mejor dicho desconfigurada esta Unión Europea es un intento naif e incluso inútil el de pretender influir en la política económica de Alemania desde una Comisión Europea sin poderes ni expresos ni tácitos para tal menester. Todo ello es válido incluso en el caso que se descubriera algún aspecto que pueda ser considerado impropio dentro de la Unión Económica.

En cualquier caso y a pesar de la inoperatividad de la iniciativa, ésta ha servido para relanzar el debate sobre la necesidad de estimular la economía y de la necesaria participación de los países “sin problemas” en este proceso.

El debate ha coincidido con una conferencia impartida en Estados Unidos por el antiguo Secretario de Estado para la economía, Larry Summers, en la que sacaba a la luz  un concepto que tiene que ver con el tema anterior. Se trata del “estancamiento secular”. Esto es un proceso extendido en el tiempo de falta de crecimiento y débil demanda similar a la que sufre Japón desde hace más de una década.

El estancamiento secular es propio de una economía carente de inversión por falta de incentivos y con un excedente de ahorro que se refleja en la economía real presionando los tipos de interés a la baja y provocando caídas de precios que en ocasiones, como es el caso de Japón, llega a convertirse en un proceso deflacionista.

Es el exceso de ahorro concentrado en manos conservadoras sin apetito de riesgo el causante de la falta de crecimiento y del descenso de la demanda en la economía global. Se podría llegar a la conclusión que la crisis financiera del 2008 no fue la desencadenante de la depresión subsiguiente sino simplemente una consecuencia de los desequilibrios globales provenientes de este nuevo reparto mundial acaecido con la globalización y que ha hecho crecer la liquidez en forma de ahorro en países asiáticos, principalmente China y en Europa en Alemania.

La globalización ha acentuado la diferencia en el reparto de la riqueza y no sólo a nivel de países sino en el de las economías particulares o domésticas. Las entidades financieras en su intento de canalizar ese excedente de ahorro se embarcaron en el ya conocido proceso de relajación en los criterios de calificación del riesgo privado, contribuyendo con ello a la creación de una burbuja inmobiliaria que solo ha servido para retrasar una crisis que posiblemente estaba ya latente y que ha subsistido de manera enmascarada durante todos los años anteriores.

Esta debilidad estructural de la economía mundial motivada por la apertura de la globalización difícilmente va a ser equilibrada única y exclusivamente por las fuerzas que dominan los mercados. La tendencia a la polarización seguirá creciendo de manera exponencial y la acumulación de ahorro presionando a los tipos de interés y a los precios a la baja, perdiéndose con ello el incentivo o la motivación de inversión.

Sólo desde la intervención gubernamental puede revertirse este proceso. Sin una intención política que canalice este exceso de ahorro en inversiones productivas generadoras de empleo y con él de consumo interno no será posible de un círculo vicioso de dimensiones globales.

Ciertamente, la Comisión Europea está merodeando por el lugar del delito pero hasta que el culpable no confiese carece de capacidad de acción. Es necesario un cambio radical en la política alemana para que Europa comience su recuperación en serio. Hasta el Comité Central del Partido Comunista Chino en su último pleno ha reconocido la necesidad de incentivar el consumo interno y la inversión en el exterior para conseguir los equilibrios económicos.

Los chinos son portadores de una sabiduría milenaria que reconoce la necesidad del mantenimiento de los equilibrios en los diferentes organismos para la sostenibilidad de la vida, quizás sería necesario que entre todos los europeos le pagásemos un viaje al Gobierno alemán a la anciana cultura del Sol naciente.

Miguel Ángel Rodríguez es analista de XTB

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