El monje que buscaba vino blanco para sus misas y para venderselos a los reyes franceses y se encontró con el champagne, bebía estrellas del firmamento. Esa era su metáfora divina, la nuestra en Paris era más humana.

Desde el Observatorio de París se podían ver esas y también las humanas con sus piernas, por ejemplo, las de Aida Gómez, que bailan Carmen sin parar y no las tiene aseguradas porque no tiene tiempo. Zoe Valdés, se bañaría en champagne y si es Don Perignon lo consideraría un gran momento literario. Tanto como el relato de su salida de Cuba, cuando un funcionario detectó que su hija no tenía autorización, la niña escuchó La Macarena, se puso a bailar alejándose hacia la salida/libertad, el funcionario la miró y le dijo; «Anda escapa».

Otro momento épico, de la noche en la que se presentaba el vintage 2002 de Don Perignon, fue la actuación del icono francés, Arielle Dombasle, con un espectacular vestido de Galliano, nos dejó en éxtasis tanto como el descorche de añadas que acompañaba los platos de una cena preparada también por estrellas pero de Michelin.

El primer plato estuvo inspirado en el Warhol de 1962. El segundo con un champagne del 76 en el bailarín ruso Nureyev y del 96, en Richard Geoffroy el Chef de Cave de la Maison Don Perignon, y las viandas preparadas por el estrella Michelin, Jean-François Piége y si a esto le unimos la presencia de Daniel Lalonde, presidente de la firma, podemos afirmar que había más estrellas que en el firmamento de París y eso que aún colea la semana de la moda.

Llovía en París y su torre Eiffel chisporroteaba a los lejos porque en el Observatorio del siglo XVI la calma era total y la conexión galáctica una realidad.