Suite La Sombra del Viento

10/04/2014

Joaquín Pérez Azaústre.

El Cementerio de los Libros Olvidados es un universo en el que el tiempo viene
amalgamándose en silencio, con su fluir poroso sostenido sobre el polvo imantado de la
tinta invisible. Todos los libros pueden resultar invisibles en una gran ciudad, nebulosa
y gótica, sombría, con sus protagonistas al acecho de unos días cambiantes y sutiles, en
la búsqueda aciaga de novelas, de ensayos y poemas que no aparecerán en su abrigo de
tiempo, porque se van perdiendo, lentamente, en su océano turbio, literario, amasado en
su espesor de horas, de días, de años y de décadas umbrías, en la acumulación de lo que pudo ser, de lo que se escribió, del lector al que el libro, hace ya tanto tiempo, no llegó.

Si la ciudad es Barcelona, y hablamos del Cementerio de los Libros Olvidados, está claro que hablamos de La Sombra del Viento, la famosa novela de Carlos Ruiz Zafón que lleva ya varios años vendiendo millones de ejemplares en todo el mundo. Su noticia más reciente es que acaba de estrenarse la Suite La Sombra del Viento, en dos sendos conciertos del pasado fin de semana –el viernes 4 en La Faràndula de Sabadell; el sábado 5 en Palau de la Música de Barcelona-, con ocho composiciones originales del
narrador, ahora reconvertido en compositor de la propia banda sonora de su novela.

Sin embargo, no se trata de un proyecto reciente: se ha ido cimentando a lo largo de los últimos años, gracias a la colaboración del pianista y arreglista Gregori Ferrer, también intérprete solista al piano. No podía elegir Ruiz Zafón un compañero mejor para este viaje: hablamos de un músico multidisciplinar, que ha hecho del talento una propia conciencia minuciosa, la responsabilidad bien entendida como una perfección del horizonte, que ha convertido su maestría en el clavicémbalo en un resguardo del tiempo, en un sostenimiento de la edad frente a brisas efímeras. El sentido musical se aúna en Ferrer al literario, con el brillo final de Stefan Zweig dejando atrás su casa en la colina de Viena, en El mundo de ayer, para no volver nunca, antes de partir hasta el presente.

En medio de esta actualidad rasgada, como la cortina cinematográfica, enaltece el ánimo saber que todavía hay gente trabajando en la belleza mínima del día, en su música interna, delicada. Que un escritor con verdadera pasión melómana haga el esfuerzo de pensar la música de su obra, y que un músico se vuelque en las palabras para encontrar en ellas una melodía de lo que ocurre, es resguardar el brillo sobre el eco.

Si La Sombra del Viento –en esa tradición de las novelas barcelonesas de Eduardo Mendoza, lo que sigue siendo decir mucho- tiene el valor primero de la pasión lectora contagiosa, esta Suite también nos puede abrir el oído minúsculo del mundo para escuchar palabras incendiadas más allá del silencio, por las calles nubladas y perdidas, antes de llegar al cementerio en el que al fin, también, se olvidarán nuestros libros.

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