El clavo que sobresale o la pesada carga de la sabiduría

17/10/2014

Miguel Ángel Valero. Carmen Sanz enseña, en “La maldición de la inteligencia”, cómo lograr que un superdotado sea una ventaja y no un problema.

“Son diferentes y no entienden por qué esa diferencia les afecta y les hace infelices. Son superdotados”. En estas dos frases de la página 28 de “La maldición de la inteligencia” (Plataforma Actual, 204 páginas) de la psicóloga clínica especializada en superdotación Carmen Sanz Chacón se resume el drama de las personas que saben demasiado. Lo describe también con un proverbio asiático: “El clavo que sobresale se lleva todos los golpes” (página 67).

El punto de partida de la obra es que “en nuestra sociedad ser diferente siempre es un problema. Tienen problemas los que padecen deficiencias físicas y mentales, los que destacan en su entorno por raza, cultura y gustos y, también, los que sobresalen en aptitudes” (página 13). Pero los esfuerzos, sin duda meritorios, por facilitar la integración de personas con discapacidades o deficiencias físicas o intelectuales, no se ven acompañados por un trabajo similar para insertar a los que tienen un exceso de capacidad. Cuando hay el mismo porcentaje de superdotados que de personas con discapacidad mental: en torno al 5%.

Carmen Sanz pone muchos ejemplos a lo largo de la obra. Pero uno de los que más sorprende es Juan, que “está entre el 1% de las personas más inteligentes del país”, aunque sea capaz de estrellarse con la misma puerta de cristal tres veces seguidas (página 17). Es un caso casi paradigmático de los problemas que sufre el hombre que sabe demasiado, agravados por un diagnóstico erróneo del psicólogo y de esa insana tendencia a la medicación como panacea de todas las situaciones que no se entienden. Resultado: “nadie le comprendía”.

Un problema añadido es que el superdotado no lo es necesariamente para todo. Puede aprender a leer muy rápidamente, pero tarda más en escribir o es incapaz de resolver un puzzle con las manos (página 32). “A veces se entusiasman tanto con un proyecto o idea que su dedicación puede resultar extraña y difícil de comprender para los demás”, señala Carmen Sanz. “También son muy independientes en sus pensamientos y a menudo críticos e impacientes con las personas normales porque éstas no pueden seguirles en su ritmo intelectual”, añade en la página 33.

Carmen Sanz toma abiertamente partido por la aceleración, prácticamente inexistente en España (en los casos en que se realiza es sólo de un año, pasar al siguiente curso superior), cuando en Estados Unidos llegan incluso a ingresar en programas especiales en la Universidad pese a su corta edad. “Ni las escuelas son fábricas ni los alumnos son productos. Los niños no pueden ser clasificados por fecha de fabricación, es decir, por edades”, argumenta. “Los niños superdotados tienen un desarrollo intelectual más avanzado que sus compañeros y no pueden ser escolarizados atendiendo únicamente a su edad”, insiste (página 119).

Femenino y singular

Si el problema de los superdotados ya es de por sí una pesada carga, en el caso de las niñas y de las mujeres esta situación se hace extrema, insoportable. Carmen Sanz analiza esto en las páginas 147 a 162. Aunque pueda parecer que hay menos superdotadas que varones en su misma situación, la inteligencia es totalmente independiente del sexo.

Un ejemplo es la historia de Rosa, que oculta su superdotación para no tener problemas en el colegio, treta que sigue en el instituto e incluso en la Universidad. Y también en el trabajo.

El capítulo 7 (páginas 163 a 171) se centra en la problemática de los superdotados adultos, donde el asunto está lejos de quedar resuelto, y donde afloran muchos traumas infantiles.

Pero lo más destacable de “La maldición de la inteligencia” es que no se limita a las lamentaciones. La idea central de la obra de Carmen Sanz es “cómo lograr que ser superdotado sea una ventaja y no un problema”. Especialmente interesantes son los consejos “para conseguir que ser inteligente deje de ser un problema y sea la llave para disfrutar de la vida y ser feliz” (páginas 195 y 196).

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