El mapa catalán

23/10/2014

Josep M. Orta.

Parece ser que los catalanes podrán votar el 9 de noviembre si el Gobierno no compete el gran error de impedirlo. Se busca no tanto el purismo rigurosista de unos comicios (no pueden utilizar el censo, el voluntarismo de sacar las urnas a la calle suple el rigor de los colegios electorales…) si no de calibrar la fuerza que tiene el movimiento secesionista, o sea de contarlos o de hacer una macroencuesta. Incluso ya se ponen números para que la convocatoria la consideren un triunfo: que los participantes superen al millón ochocientas mil personas que salieron a la calle el 11 de setiembre.

Los enfrentamientos en los partidos ha quedado aparcada por esta consulta y aparentemente la unidad rota del frente sobiranista se ha aparcado para cerrar filas para que la consulta sea un éxito. Pero esta victoria puede ocultar una realidad más rotunda, por que lo importante no es el 9-N si no lo que sucederá el día después.

Por una parte la Assemblea Nacional de Catalunya, liderada por Carme Forcadell y por la presidenta del Omnium Cultural Muriel Casals son los únicos que logran movilizar masivamente a la población.  Alguna de sus actuaciones provoca recelos, como la exigencia de “presidente, convoque elecciones”.

Artur Mas también ha sido motor del movimiento secesionista. Cabe recordar que se subió al carro de la propuesta de la calle tras el portazo que le dio Mariano Rajoy a su petición de un pacto fiscal para Catalunya. Convocó elecciones  con el objetivo programático de convertir Catalunya en un estado de Europa y con la aspiración de lograr la mayoría absoluta. Inicialmente las encuestas pre electorales le sonreían pero en la recta final de la campaña los votantes optaron de manera muy masiva de votar al original (ERC, que siempre ha defendido la independencia) que al advenedizo. Ahora todos los datos apuntan que esta tendencia se radicaliza y los republicanos se dispararían en las urnas mientras CDC sufriría otro severo retroceso. La “astucia” de Artur Mas pasa por proponer una lista única encabezada por él o si ello no es posible (que no es posible) alargar su mandato hasta agotar la legislatura.

Por otra parte Mas quiere que la secesión se produzca de una manera  negociada con el Estado español y que la ruptura sea pactada (con reforma de la Constitución incluida), punto que el resto de fuerzas soberanistas discrepan y consideran que en algún momento ha de haber una ruptura que se traduce con la declaración unilateral de independencia tras unas elecciones en las que el bloque soberanista obtenga una amplia mayoría en el Parlament, para a partir de aquí negociar con Madrid.

De momento del bloque soberanista se ha desenganchado Iniciativa per Catalunya mientras el dividido PSC catalán está de espectador en este proceso y los populares siguen haciendo el ridículo con sus apelaciones a la mayoría silenciosa al tiempo que ven como un buen puñado de sus votos huyen hacia Ciudadanos.

En medio la irrupción de nuevos grupos  como Podemos o Guanyem que está por ver el respaldo que logran, pero que en su ideario está el romper en anquilosado sistema político actual y las dictaduras de los comités centrales para abrirlo a la sociedad. De alguna manera son los herederos del 11-M que tratan de articular una propuesta que aglutine los planteamientos de aquella rebelión colectiva que está desencantada de la actual clase política y sus métodos pero no de la política.

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