Abandono escolar y Formación Profesional

14/11/2014

Francisco Javier López Martín.

Vivimos en el país de Europa con la tasa más alta de abandono escolar entre los jóvenes. No tiene explicación alguna que en la Europa de los 28 la marca España consista en que más de uno de cada cuatro jóvenes de entre 18 y 24 años sólo cuente con estudios obligatorios, o no alcance ni este objetivo. Estos jóvenes que abandonan los estudios, afrontan un futuro de alto riesgo de paro, de subempleo y precariedad y, consecuentemente, de pobreza y exclusión social, que no debería ser admisible en ningún lugar del planeta, menos aún en Europa y en un país como el nuestro que presume de encontrarse entre las economías más potentes (5ª economía en la clasificación europea).

Estimaciones de la Unión Europea nos indican que el coste de esta situación para la economía europea supone un 1,25 del Producto Interior Bruto (PIB). Un coste que es mayor en el caso de España, si tenemos en cuenta que entre los jóvenes no cualificados la tasa de paro alcanza al 66% del grupo de 16 a 19 años y al 50% entre los que tienen 20 y 24 años (son más de 800.000 jóvenes). Sin embargo este drama, más allá de las declaraciones formales, no parece preocupar y mucho menos ocupar a nuestros gobernantes.

Sabemos quiénes son los jóvenes más afectados por esta situación. Los estudios nos dicen que hay grandes diferencias entre comunidades autónomas y que tienden a abandonar más los varones que las mujeres. Pero el condicionante más importante es el origen social: los jóvenes procedentes de familias trabajadoras en que padre y madre no cuentan con cualificación, abandonan la escuela con mayor frecuencia. A estos hay que sumar aquellos que pertenecen a grupos sociales vulnerables, o que tienen dificultades de aprendizaje.

Podríamos pensar que la Formación Profesional sería un buen remedio para hacer volver a los estudios a muchos de estos jóvenes, pero no siempre es así. Son muchas las razones que acompañan y determinan el abandono escolar temprano también en la Formación Profesional y no siempre son problemas que puedan corregirse en el ámbito de lo individual.

Es cierto que la gran variedad de opciones en Formación Profesional, puede determinar abandonos que se corresponden con una elección incorrecta de programas formativos poco conocidos y que terminan por no adaptarse a las necesidades o expectativas del alumnado. Es cierto que encontrar un empleo, aunque sea de baja cualificación, puede alentar el abandono, porque aunque el paro es más alto entre personas de baja cualificación, no es menos cierto que los salarios que se ofrecen para personas más cualificadas y con un título, no son hoy mucho mejores.

Sin embargo, creo que uno de los principales recursos para reducir el abandono de los estudios, en el caso de España, se encuentra en mejorar y diversificar las formas de ofrecer formación en centros de Formación Profesional, de Adultos, o Universidades, y vincularla a la mejora del entorno productivo y las oportunidades de empleo.

En este momento en nuestro país el Ministerio de Empleo es un mundo donde hay un “subsistema de formación para el empleo” y el Ministerio de Educación va por otra parte, con conexiones y pasarelas independientes, cuando no antagónicas.

Hay países europeos donde gestionar tu carrera profesional, incluyendo la formación, es un aprendizaje obligado, que te permite adquirir competencias clave de las que careces; realizar prácticas y procesos de aprendizaje en las empresas; conectar aprendizaje formal en un centro, con el aprendizaje informal; ayudando a los jóvenes a evaluar su formación y elegir programas en línea con su trayectoria profesional; desarrollando programas de orientación, apoyo multiprofesional, tutorías, etc.

Los programas de aprendizaje en las empresas, combinados con estudios de módulos profesionales en los centros de formación, acompañados de incentivos para los estudiantes, se revelan como prácticas que permiten atraer y retener en la formación a muchos jóvenes que, de lo contrario, abandonarían los estudios.

Estas cuestiones no dependen de la voluntad de nuestros jóvenes, ni tan siquiera de los centros de formación profesional. Depende, sobre todo, de vincular la formación con las expectativas de los jóvenes y las oportunidades de empleo. Depende de vincular la formación a un salario digno, a una carrera profesional, a la participación de los trabajadores y de sus representantes en las empresas, del valor social que se concede a las cualificaciones y  competencias profesionales y del compromiso de las propias empresas que tienen que percibir la importancia de la formación de sus trabajadores como factor esencial para la supervivencia de las empresas.

La educación no asegura un empleo, pero sin duda las oportunidades de desarrollo y participación social dependen cada vez más de contar con una buena educación y cualificación. Una formación profesional bien diseñada remueve las dificultades para acceder a un puesto de trabajo, mejora la empleabilidad, otorga a los títulos de formación garantías y confianza en la utilidad para la persona y para la empresa.

En este contexto es un error de bulto pensar que la liberalización de la formación, en el ámbito de la formación para el empleo, entregando los recursos a los más hábiles en la presentación de solicitudes de subvención, a los mejor conectados con administraciones y empresas, va a solucionar algún problema.

El futuro de nuestra Formación Profesional debería pasar por forjar el compromiso entre la Administración Educativa y la Administración Laboral para compartir al máximo los recursos públicos, especialmente los centros de FP del sistema educativo y, con el concurso de empresas y de la representación de los trabajadores, encontrar la manera de sacar a nuestros jóvenes de esa trampa que supone el fracaso escolar y el abandono temprano de los estudios y darles la oportunidad de mejorar su cualificación para conseguir un empleo decente y para construir una carrera profesional.

 

Francisco Javier López Martín.

Secretario de Formación de CCOO

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