La Comisión Europea debería trazar una línea roja a partir de la cual, quien se pase que se vaya. En Reino Unido están calentando motores para las elecciones del próximo año, y el primer ministro británico, David Cameron, que opta a repetir, ha puesto como estandarte de su campaña electoral la lucha contra los inmigrantes. Como si fueran el enemigo. Y no se ha cortado en darles apelativos: mendigos y estafadores, entre otros muchos calificativos. Pero además si son europeos, peor, porque abusan de las ayudas públicas y realmente no quieren encontrar trabajo.

En su descripción subjetiva habla de matrimonios de conveniencia para poder vivir del cuento, y califica esta iniciativa como una «industria». Esa será su política de inmigración, hacerla más estricta, sin mirar si se incumple la libertad de movimientos que tiene pactada con todos los países de la Unión Europea: el que llegue a Reino Unido y no encuentre trabajo en seis meses, será expulsado. Así de simple.

En West Midlands ha reconocido Cameron que la inmigración beneficia al país, pero nada de ayudar a nadie, los que lleguen al Reino Unido serán por interés nacional. El que no cumpla este requisito será tratado como delincuente y deportado a su país de origen. A su juicio venir a su país con otro propósito es abusar de la libertad de movimientos europea, por ello no entrarán: mendigos, los sintecho, estafadores y personas que se casen por conveniencia (unos 4.000 al año, según el primer ministro británico).

Su futura política migratoria supondrá cambiar el tratado fundacional de la Unión Europea y está dispuesto a llegar hasta el final. Amenaza, además, con que si no le permiten hacerlo el Reino Unido dejará la Unión Europea. ¡Vaya novedad!

Está convencido de que se podrá negociar, porque otros países como Alemania u Holanda ya han tomado cartas en el asunto en el mismo sentido. Pero de paso quiere aprovechar otra serie de cuestiones para cambiar los términos de su vinculación a la UE. Por si acaso ya adelanta que si Reino Unido se saliera de la Unión, «sobreviviremos, no hay duda de ello». No obstante, aún no han calculado las pérdidas que supondría no poder acceder al mercado único ni intervenir en su regulación.

Los datos que sí que tienen son los británicos que se verían afectados por esta marcha: 1,3 millones de sus ciudadanos viven y trabajan en alguno de los países europeos. Por ello insiste en negociar la relación del Reino Unido con los países comunitarios. Si aceptan esta negociación -concluye- el país seguirá formando parte de una «UE reformada», de lo contrario no descarta nada.

Es lo que tienen los políticos cuando se aproximan las elecciones. Pero con tanto que viene el lobo, Pedro-Cameron podría encontrarse más solo que la una.