Las infinitas caras de la verdad de Cospedal

16/12/2014

Joaquín Pérez Azaústre.

La cara de María Dolores de Cospedal es un huerto yermo, bajo un cielo cetrino, en el que ya no crece ninguna verdad. No es que sea una mentirosa, no es eso, no es que haya convertido la falsedad más descarada y cínica en su más frecuente intermediación con la realidad inmediata, esto es: los ciudadanos. No, no es tan sencillo. Es, poéticamente, que si seguimos el hilo imaginativo de la metáfora para evocar su rostro sonriente, pero acechado por una soledad institucional, por un vacío político que es un aire frío en los pasillos que eludirán sus pasos, si recomponemos todas sus facciones y tiramos de imaginería lírica para representarla como un erial que antaño pudo significar alguna cosa, desde hace mucho tiempo ya parece imposible que florezca en él ni la más mínima verdad. Con lo cual, en las tascas cercanas a la Puerta de Toledo, cuando se ve en la televisión de Casa Dani o en la de cualquier otro bar a esta señora en la pantalla que cuelga de la esquina sonora, siempre frente a la barra, en la que aún hay licores de aguardiente con largas piezas frutales, como fetos acaso corrompidos por la asimilación de las noticias que estallan cada día sobre el vidrio, el comentario más habitual, el que se escucha, es: “¿Tú ves lo que dice esta? Pues seguro que es lo contrario”.

No se trata de una antipatía personal. Para los columnistas, gentes como María Dolores de Cospedal o Mariano Rajoy son una mina. Voy a contar el funcionamiento, que en el fondo es bastante elemental. Primero, esperas a que el personaje –Cospedal, en este caso- haga unas declaraciones. Después de una primera frase más o menos llamativa, ese primer matiz del que hablaba Muñoz Molina, colocas las afirmaciones del personaje. A continuación, nada más fácil: entras en Internet, revisas otras aseveraciones suyas, más o menos recientes, en las que decía lo contrario o cosa bien distinta, y las colocas a continuación. Esto suele resultar bastante llamativo: cómo el personaje se contradice a renglón seguido, sabiendo que lo hace, con la amoralidad de quien no tiene otra pretensión que seguir en el cargo, paladear los últimos estertores, por acres que resulten, de su antiguo poder. Si no lo encuentras pronto, basta con poner el tema en un buscador y comprobar que hay mil informaciones, bastante razonables, que desmienten lo que el personaje –seguimos con Cospedal- acaba de decir. Y lo colocas ahí, y después cierras con una frase corpórea y sonora, en un chasquido eléctrico, como si María Dolores de Cospedal hubiera metido los dedos en el enchufe de la columna.

“La corrupción no es patrimonio de nadie, es lamentablemente de todos. Y la misma corrupción que puede haber en un partido político, la hay en la sociedad en general”, acaba de decir Cospedal en una entrevista en la Cadena Cope. Vamos a seguir una tercera vía: encontrar a un superior que la desmienta. En este caso, Mariano Rajoy, y en unas declaraciones muy recientes: “¡España no está corrompida, Señorías!”, afirmó con cierta convicción, lo que ya es mucho. “Se comienza generalizando la corrupción, se culpa a los políticos, se sigue con la propia política y se acaba señalando al sistema. A partir de ahí no queda espacio más que para los salvapatrias de las escobas”. Entonces, ¿en qué quedamos? A pesar de los pesares, prefiero la versión de Mariano Rajoy. Pero ¿quién está lanzando el mensaje contrario a lo que dice Mariano Rajoy, quién está ahora generalizando la corrupción? María Dolores de Cospedal, que además la extiende no sólo al resto de los partidos, sino a toda la sociedad. En serio, repugnante.

Mientras impone que los parlamentarios de Castilla-La Mancha dejen de percibir un salario fijo, como una medida de austeridad ejemplarizante, sabemos que los ingresos brutos de Cospedal superaron los 200.000 euros en 2011: aunque sólo pagó 3.000 euros de IRPF, menos de un 2% de sus ingresos, cuando cualquier ciudadano está entre el 6 y el 25% como tasa de retenciones. Como Secretaria General del PP, presidenta de la Junta, por el Senado, o a través de trienios como Abogada del Estado, la presidenta que recorta el sueldo a sus parlamentarios autonómicos ha llegado a sumar cinco sueldos y a cobrar más que el presidente del Gobierno. ¿No es esto una corrupción legalizada? ¿Está esto extendido a toda la sociedad? Tú, lectora o lector de Diario Abierto, ¿cobras también cinco sueldos y tributas solamente por un 2 % de IRPF?

No es la sociedad. Y la trama Gürtel, el caso de corrupción más escandaloso de toda la democracia, no está en todos los partidos. Otra vez, otra vez. Y me ha salido larga. María Dolores de Cospedal ha vuelto a escribirme la columna, y por la cara.

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