Los datos sobre el Índice de Precios al Consumo (IPFC) de enero muestran que continúa la etapa de inflación negativa. Aunque ésta se haya moderado en 3 décimas, en enero es el -1,3%, el segundo mayor descenso desde julio de 2009, la séptima tasa negativa desde julio del año pasado, y la novena vez en 16 meses.

Pero hay que tener en cuenta el efecto estacional de las rebajas (vestido y calzado baja 3 décimas sobre el IPC de diciembre, hasta el -0,1%) y el impacto que ha tenido sobre el IPC el descenso de los precios del crudo: transporte baja 2 puntos, hasta el -7,7%; y vivienda lo mismo, hasta el -0,4%, por el menor coste del gasóleo para calefacción y del gas.

La inflación subyacente, que no incluye los precios energéticos ni los de los alimentos no elaborados, sube 2 décimas, hasta el 0,2%. “Un dato que aleja el riesgo de deflación, aunque en modo alguno hay que menospreciar esa amenaza”, señala Ernesto López, director general de Genworth, un grupo asegurador especializado en la protección del estilo de vida y productos ligados al crédito, en España.

“Toda mejora del poder adquisitivo de las personas, aunque sea de manera indirecta, es positiva para la consolidación de la recuperación económica, porque estimula el consumo y, por tanto, la reactivación de la demanda interna”, argumenta.

“La demanda interna depende, entre otros factores, de la percepción de seguridad que tiene una persona, una familia, una empresa. La incertidumbre paraliza, mientras que una garantía de que los ingresos están a salvo de imprevistos como quedarse en el paro anima al consumo y estimula la demanda interna, activando la economía, la creación de riqueza, las inversiones de las empresas, las iniciativas emprendedoras, y la creación de empleo”, concluye Ernesto López.