Una campaña electoral vintage

11/05/2015

Carmela Díaz.

podemosEspañoles, arrancó el proceso que culminará el 24 de mayo con la renovación del poder en todos los ayuntamientos, en 13 comunidades, y en Ceuta y Melilla. A pesar de que estamos asistiendo a la campaña electoral más incierta que nuestras pupilas hayan observado, la matraca de rituales anacrónicos que tendremos que soportar en los días venideros permanece intacta.

Presenciamos en la escenografía plebiscitaria la irrupción de nuevos actores que se están empleando a fondo para ser protagonistas, no meros secundarios, mientras está en juego la supervivencia del bipartidismos, la supremacía de PP y PSOE y la agonía de un sistema que nació en la Transición. El sentir colectivo augura una revolución en las urnas, el hartazgo ciudadano por la podredumbre de este régimen es palpable y las ansias de regeneración democrática, social y política son un clamor popular.  Todo el ambiente patrio está envuelto en una atmósfera de catarsis integral pero los que alimentan la bestia endogámica en la que se sustenta el poder tradicional, lejos de empatizar con los votantes o de adaptarse al sentir ciudadano, se aferran a una forma de hacer política que ahora no sirve.

Carmela Díaz

Carmela Díaz

Ya han vuelto a montar el circo mediático, su tinglado electoral. Pasen, pues, a aburrirse hasta el empacho con un espectáculo recurrente, previsible, monótono, primitivo, ideado para arañar minutos en los noticieros cuando estos eran la primordial fuente de información del vulgo, para acaparar titulares de una prensa escrita que se desangran en lectores y tirita con unas pírricas cuentas de resultados. Pero los de siempre a gastar dinero a espuertas en sonrisas Profidén de Photoshop -mienten hasta en las fotografías- que atentan contra el distinguido gusto de los viandantes, que ensucian la estética de bellos bulevares españoles y mancillan el mobiliario urbano.  A despilfarrar un parné público que no nos sobra para maximizar los efectos especiales que engrandecen esos mítines atestados de borregos ideológicos -léase de estómagos agradecidos– ondeando banderitas y aclamando como autómatas al que sube al estrado. Aunque sea un perfecto inepto, un haragán consumado, un corrupto de manual o un injusto beneficiario de la dedocracia imperante en formaciones que desprecian la democracia interna.  A derrochar en toneladas de papel emborronado de propaganda partidista. A dilapidar en sondeos de intención de voto en los cuales los encuestados se chotean de los encuestadores. A llenar los bolsillos de gurús de pacotilla que diseñan con astucia las estrategias que los candidatos quieren escuchar.

Y ellos tan contentos, sin impulsar el cambio, anclados en la autocomplacencia de que todo siga igual en su universo paralelo de trueques del Monopoly. Mientras permanecen impertérritos en su vetusta senda, los llamados a urnas dominan los vericuetos de la era  digital, brujulean por la travesía contemporánea de la información instantánea, por la comunicación de bolsillo comprimida en sus tablets y smartphones, por el intercambio de noticias a través de las redes sociales, por los avisos veloces provenientes de sus grupos de WhatsApp, por el efecto inmediato de la información visual que proporcionan las piezas virales.

Españoles, en la vorágine de la inmediatez del siglo XXI, el inmovilismo de los candidatos de las siglas del bipartidismo ayudará a cavar su propia tumba. El monumental cabreo y las ganas de revancha de los asfixiados ciudadanos harán el resto.

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