«Chinoiseries»

07/06/2015

Antonio de Oyarzábal.

Hablaba días pasados en uno de los habituales desayunos-coloquios del Real Instituto Elcano quien ha sido Primer Ministro de Australia, hoy alto funcionario de la ONU y eminente sinólogo ,Mr. Kevin Rudd. Y ,para empezar, señalaba que de confirmarse los datos que apuntan a que China habría ya superado la economía de Estados Unidos en Producto Interior Bruto, sería la primera vez desde el reinado de Jacobo II de Inglaterra en el Siglo XVIII, que un país no occidental, no blanco y no cristiano – es decir, no-WASP en la acepción étnica norteamericana para consumo interno – tomase el mando de nuestros avatares económicos en un Mundo cada vez más globalizado e integrado. Y si de las fríos parámetros estadísticos, pasáramos a analizar los intercambios comerciales del área asiática – y sobre todo las tendencias que marcan los flujos del inmediato futuro -, podríamos comprobar cómo el gigante chino es con mucho el primer socio de la abrumadora mayoría de los países de área del Pacifico, en sustitución del comodín norteamericano reinante desde la Segunda Guerra Mundial. Y todo ello habría ocurrido ante nuestros ojos en el transcurso de los últimos diez años, ante el asombro incluso de quienes predecían un rápido crecimiento chino pero ciertamente no una especie de «tsunami» arrollador sin visos de remitir.
            Nos hallamos pues ante una nueva realidad económica y política, consecuencia no tanto de un pulso, de un tenso proceso de enfrentamiento de carácter político o cuasi-militar entre dos grandes potencias – que también -, sino de una gradual invasión comercial y económica más debida  a factores geo-económicos que geo-políticos, en el sentido  tradicional del termino.Una marea de productos de fabricación china invade aquellos mercados, reforzada ahora con instrumentos de financiación de largo alcance con vocación no se sabe si de complementar o simplemente de sustituir a las instituciones nacidas de los Acuerdos de Bretton Woods, es decir al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional.
           Ciertamente no todos los analistas del momento coinciden con los negros – o mejor amarillos – augurios de este peligro asiático .Pues, dicen, deberíamos fijarnos más en  otros baremos que no solo tomen en cuenta las sumas aritméticas de producción industrial o de intercambios comerciales, para tomar más en cuenta niveles individuales de bienestar social y de capacidad de desarrollo tecnológico y científico, por no hablar de derechos humanos o de libertades.Porque son todavía abismales las diferencias entre los ingresos per capita de, pongamos, Estados Unidos,de la Unión Europea o de Japón, y de aquellos que disponen los ciudadanos chinos cuando dividimos el monto global del PIB nacional con el número de habitantes del país. Como son igualmente impactantes las distancias internas en nivel de rentas entre los estratos urbanos y rurales ,o entre los núcleos costeros y las áreas interiores próximas a las fronteras rusas o mongoles.
             En ningún caso deben estos datos más o menos reconfortantes servirnos de distracción de los potenciales peligros que ofrece la presión china sobre aguas, islas y territorios vecinos.Toda una serie de mares en disputa con Vietnam, Japón o Filipinas, por no hablar del eterno problema del Tibet o de Taiwan, siguen amenazando un «status quo»,un difícil equilibrio que pretende encubrir desde hace años viejas animosidades históricas teñidas de violencia y de guerras de marcada crueldad entre todos los beligerantes.A lo que encima se añaden recientes ambiciones energéticas, posibles yacimientos de hidrocarburos para un mercado crecientemente deficitario y absorbente como el chino .
             Por de pronto, China se rearma.Sus presupuestos militares ganan volumen, su tecnología y su industria bélica se modernizan, y ambiciosos programas de grandes inversiones en el inmediato futuro se ven reflejados en los planes aprobados por las instituciones del Gobierno y del Partido. Son Fuerzas Armadas de un impresionante número de unidades y de soldados, pero aún muy lejos de los medios norteamericanos, por ejemplo . Muy lejos incluso de los recursos financieros de los que disponen los Estados Unidos, cuyos niveles de gasto militar doblan los cinco siguientes potencias a nivel mundial.
              El acento en estos planes inmediatos chinos parece centrarse en los medios navales ,con el fin de hacer presión en sus reivindicaciones en los mares en disputa, pero donde un «accidente» con cualquiera de los vecinos afectados o con los propios Estados Unidos siempre constituye la mayor preocupación de cuantos denuncian la fragilidad de los equilibrios inestables de la región.
             Y ahora se abre con gran virulencia  un nuevo frente en esta sorda contienda de Occidente con Pekin: la guerra cibernética, la ingerencia en la maraña de nuestras redes de comunicación,tanto con propósitos militares como de espionaje industrial y científico. Miles de intentos diarios son neutralizados por los sistemas de protección  occidentales, y no cejan.
             Ya el Kaiser Guillermo II de Alemania hablaba a principios del Siglo pasado del «peligro amarillo» ¡ A ver si va tener razón ! .

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