Una regia despedida para un príncipe bueno

10/06/2015

Carmen Duerto.

sime2Después de la prisa llega la calma y es el momento de resaltar algunos detalles que tuvieron lugar la tarde noche del lunes en el funeral oficial por príncipe Kardam Sajonia-Coburgo en la iglesia de los Jerónimos de Madrid, donde sucedieron varios hechos inéditos hasta la fecha, la reunión en pleno, excepto los niños, de la Familia Real y de los familiares directos del rey Felipe.  Además de ver cuadrarse al rey Emérito ante su hijo e inclinar la cabeza a su paso, cuando éste descendía del altar, donde estaban situados los reyes en ejercicio; Felipe y Letizia y Guillermo y Máxima y toparse con su padre. También fue la primera ver que ellos, los reyes Juan Carlos y Sofía, no iniciaban el cortejo regio.  Felipe y Letizia bajaron por la puerta principal para despedir a la delegación real holandesa, pasando por delante de la infanta Cristina, pero jamás encontrándose con ella, al menos públicamente. Jamás había sucedido, desde el día de la abdicación, cuando al firmar su renuncia al pasarle el testigo a su hijo, se cuadró por primera vez ante el nuevo rey. No habíamos vuelto a verlo. Los tres eméritos fueron recogidos por sus coches en la misma puerta.

Nada que objetar a la vestimenta de Letizia, que incluso llevaba medias de verano con su traje de chaqueta. Se notó la gran familiaridad de los reyes en ejercicio por cómo se tocaban afectuosamente y se besaban. Dicen que entre ellos se tutean y que doña Letizia incluso se refiere a la reina holandesa como «Maxi». Dado que la soberana, argentina de nacimiento, corre por sus venas sangre latina no es raro que acepten esa familiaridad y los maridos también se hayan contagiado. Mientras que esperaban a que se subieran en los coches para irse, Felipe le pasó el brazo a su esposa y así posaron hasta que éstos se fueron. Inmediatamente después partían ellos en su convoy de coches y sirenas. Se vio salir discretamente, detrás de ellos, al Jefe de la Casa del rey, a Jaime Alfonsín junto al director de Comunicación, Jordi Gutiérrez que fue repartiendo saludos a los colegas que estaban apiñados en la escalinata, por dar apretones de manos, le dio hasta al fotógrafo Borja que siempre llevan los reyes para dejar constancia de sus actos oficiales.

También, fue curioso ver entrar con gafas oscuras, ligeramente más delgado y canoso, al que fuera secretario de las infantas Elena y Cristina, Carlos García Revenga, que accedió por donde entraban a toda velocidad los coches de los miembros de la familia real española y que a los invitados aunque fueran a pie no dejaban entrar por ahí. De hecho, la delegación real holandesa intentó entrar con la caravana de coches por esa puerta posterior de la calle Moreto y se lo impidieron, así que tuvieron que bajar por Academia para entrar por la escalinata principal y subir las escaleras. En esa entrada estaba también aparcada una gran furgoneta blanca, sin ningún distintivo exterior, que siempre acompaña en sus desplazamientos a los reyes y es la ambulancia de la Casa Real.

De los invitados «oficiales» fueron los penúltimos en llegar porque la última que accedió al templo, cuando la ceremonia ya llevaba empezada unos quince minutos, fue la infanta Elena, que, en contra del semblante risueño de su hermana Cristina, llegó muy seria y sola y con un recogido de pelo un tanto casero y a las prisas. Bien lejos de esos tiempos en los que los actos no empezaban hasta que ellas llegaban.

Hubo una densidad tremenda de coches oscuros con chofer en los aledaños pero Beatrice de Orleáns, llegó con una amiga en taxi, igual que Enrique Ponce y Paloma Cuevas. Carmen Martínez Bordiu, sin embargo y a pesar de descender de un coche lujoso oscuro y con chófer, lo hizo veinte minutos antes de terminar la ceremonia y su atuendo sí que llamaba la atención por lo floreado y estrecho, tan era así, que llevaba una generosa abertura delantera que le permitía andar.

Curiosa la actitud de Rosario Nadal, cuando ya había abandonado casi todo el mundo el templo, ella seguía en el exterior enfrente de la escalinata principal, donde minutos antes habían estado sentados los escoltas holandeses y algunos fotógrafos compartiendo botellas de agua del calor que hacía dentro y fuera del templo, el lunes en Madrid. Rosario, de riguroso luto, ex cuñada del difunto Kardam, también quiso despedirle y lo hizo con un perfil muy discreto. Detrás de Rosario Nadal, salía el embajador norteamericano, James Costos y lo hacía también solo.

Decir que delante del altar estaban reservados los asientos para allegados y miembros reales, entre los que no se sentaba Jaime Marichalar, que se encontraba en la bancada general a mitad del templo, desde luego más cerca que Naty Abascal o Carmen Martínez-Bordiu, al final del todo sin asientos y de pie. La hora que duró la ceremonia que fue casi toda de pie y cantada a capella en búlgaro por unos coros, el Arzobispo Metropolitano Ortodoxo hizo una semblanza de Kardam en inglés y  los educadísimos hijos de Miriam Ungría, Beltrán y Boris hicieron una lectura religiosa en español y se rezó un padrenuestro, también en español. Y por último, me quedo con una imagen para el recuerdo, la de tres reyes eméritos saliendo juntos de Los Jerónimos, de un brazo de la princesa Beatriz iba don Juan Carlos y del otro, la reina Sofía y siempre unos pasos detrás, Irene de Grecia.

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