La España del chonismo ilustrado

30/07/2015

Carmela Díaz.

Uno de los efectos en el campo de la cultura de esta irrupción de las masas en la vida política y social, será el abaratamiento la vulgarización”. Ortega y Gasset (La rebelión de las masas, ¡¡¡1929!!!)

Carmela Díaz

Carmela Díaz

Asilvestrados. Así campean muchos españoles narcotizados por los embustes hilvanados por las cúpulas del poder, alienados por esos degradantes espectáculos televisivos -protagonizados por una fauna que provoca repelús- e hipnotizados por las informaciones manipuladas de los medios de comunicación. La vulgarización de España abarca todos los ámbitos: la política, la economía, la sociedad, el deporte, la cultura, pero resulta especialmente flagrante en la educación y en las formas de los ciudadanos.

Asumamos la realidad: estamos rodeados de personajes embrutecidos y burdos que se desvisten para pasear (ellas) y van marcando territorio con chanclas (ellos). En nuestro país se arraiga el petardeo, el postureo, la ineptitud, el músculo sin seso, la silicona prieta, el body tuneado y la quinta esencia de la vulgaridad. Y no podemos hacer nada: los invasores son un producto masivo de internet, las redes sociales y las perlas estelares de Mediaset. Proliferan los programas poligoneros de culto (chonismo ilustrado, leí por ahí) y se promocionan desde todas las publicaciones (incluidas las que se despachan como cabeceras distinguidas, quizá en otra época lo fueron) tontitas absurdas que no interesan a nadie, cuyos méritos más notorios son exhibir bragas con pedrería, tetas postizas, encamarse con repartidores de parné o rentabilizar presuntas cópulas. Se impulsa desde todos los estamentos el descerebramiento de las nuevas generaciones que crecen sin valores y sin cualificación alguna para enfrentarse a la vida real.

¡Y ojo! que han llegado pisando fuerte los abanderados de la injusticia social, ese combinado de perrofláuticos, okupas y bolleras invertidas (así se denominan ellas a sí mismas en sus perfiles sociales) que vienen a ser lo mismo solo que con otra estética, y lo más insolente, con ínfulas de eruditos y salvapatrias.

El Nobel Vargas Llosa, perdón, ese señor de planta aristocrática que ahora acapara portadas de la prensa del colorín por estar ennoviado con la filipina vendecremas, escribió que “la televisión ha aumentado el nivel de imbecilidad en un gran número de seres humanos, a quienes las imágenes de los programas más dechados de vulgaridad, chismografía y amarillismo, exoneran de preocupaciones, inquietudes espirituales e intelectuales y hasta la incomodidad de pensar”.

Efectivamente, los seriales catódicos combinados con los videojuegos y las numerosas redes que se adueñan del ciberespacio, conforman un cóctel explosivo que consigue que la plebe además de despreciar el cultivo del intelecto, se enganche a un mundo virtual comodón y chabacano. Sin olvidar un efecto colateral gravísimo del universo sintético de las pantallas: vocabulario limitado, lenguaje empobrecido y escritura abreviada. Los usurpadores del buen gusto además de pensar lo justo tampoco saben expresarse. El súmmum de lo soez cohabita entre nosotros.

Los ciudadanos sagaces e instruidos que todavía pululan por estos lares, se cuestionan cada día por qué la sociedad española se degrada sin que nadie ponga remedio. Quizá porque una sociedad atolondrada, boba e idiotizada es fácilmente manipulable y porque todos los votos valen lo mismo: el suyo, el del tronista cateto, el de grotescas princesas de los pueblos o el de las cizañeras reinonas de la telebasura.

  1. Esta plumilla se relaja por unos días. Nos volvemos a encontrar en diarioabierto.es a finales de agosto. Hasta entonces… ¡disfruten de sus vacaciones y sean felices!

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