Universos paralelos

05/08/2015

Xurxo Torres.

Durante 2.300 años vivimos protegidos por la geometría griega que mantiene que el espacio es tridimensional. Los Elementos de Euclides era la obra de referencia para los hombres de ciencia. Las mentes más agudas de la civilización occidental se maravillaban de su elegancia y la belleza de su geometría.

En esencia, Euclides sostenía que un punto no tiene dimensión. Una línea solo tiene una: longitud. Un plano tiene dos dimensiones: longitud y anchura. Un sólido tiene tres: longitud, anchura y altura. Nada tiene cuatro dimensiones.

El aserto tuvo vigencia hasta que a mediados del siglo XIX, en paralelo a las revoluciones de 1848, matemáticos como Gauss y, especialmente, Riemann empiezan a cuestionar la precisión matemática de la geometría griega. Estos pensadores alemanes sostienían que las aportaciones de Euclides estaban basadas en el sentido común y la intuición, no sobre la lógica.

Con todo, no es hasta la llegada de Einstein cuando la percepción de un mundo espacial tridimensional es agitada por un nueva variable: el tiempo. Y a partir de ahí, al pobre Euclides y sus teorías le crecen los enanos. Universos paralelos, distorsiones del tiempo, dimensiones altas, antimateria. La teoría de los universos paralelos va de la mano de la teoría de las supercuerdas. Muchos físicos creen que existen otras dimensiones más allá de las cuatro del tradicional espacio-tiempo… Alto.

Hasta donde alcanzo a comprender existen un buen número de matemáticos y físicos que sitúan sus estudios a muchas lunas de donde el resto de los humanos tenemos montado el campamento. De vez en cuando, alguno de ellos se toma la molestia de acercarse a esa humanidad que avanza a paso de tortuga y comparte algún trabajo de divulgación (pe. Hiperespacio de Michio Kaku) o directamente señala que nuestro futuro pasa por contactar con vida extraterrestre como ha señalado recientemente Stephen Hawking. «Es tiempo de comprometerse a hallar la respuesta, buscar la vida más allá de la Tierra» dijo hace unos días en la presentación de la iniciativa Breakthrough Listen, un proyecto que escuchará las señales de un millón de estrellas durante los próximos diez años.

A lo mejor es cosa mía, pero que a los tipos más capaces del planeta se les de por buscar universos paralelos o directamente vida inteligente fuera de nuestro entorno me parece un hecho a tener en cuenta. Lo digo porque mientras esto está sucediendo nosotros seguimos con nuestro particular esquema tridimensional para entender la realidad.

Me explico: por un lado tenemos la línea recta que discurre entre Madrid y Barcelona con fecha de caducidad 27 de septiembre. Por otro, la variable ideológica bidimensional izquierda-derecha (ligeramente metamorfoseada en arriba-abajo). Y por último, la brecha ricos-pobres en 3D – HD. Con estos tres planos -sin apenas necesidad de acudir al tiempo que pasa- nos podemos echar bien una vida, una legislatura o un telediario (después de hablar de tantos matemáticos alemanes aludir a echar la siesta me parece fuera de lugar).

Lo cierto es que las verdades inmutables de nuestra economía (me refiero por supuesto a la europea) contrastan con la agitación intelectual de estos frikis de los números y las fórmulas complejas. En este sentido, parafraseando a Euclides somos como un punto. No tenemos dimensión.

Por otra parte, hay que aceptar que los agujeros de gusano que proponen estas brillantes mentes dan vértigo. La idea de universos paralelos es mareante. Si es que nos pasa a efectos domésticos con la comunicación: tiempos aquellos en los que se leía el periódico de papel acodado al café con leche, se escuchaba la radio al amor del hogar o se veía la televisión en liturgia familiar. Acaso hay algo más paralelo que la comunicación de una familia con adolescentes usuarios de dispositivos móviles. ¿Dónde ha quedado la palabra?

Si en una evolución tan sencilla corremos el riesgo de perdernos qué se puede esperar de esas realidades paralelas que en lugar de completarnos nos cuestionan. Se me ocurre el delirio paralelo de una Cataluña centralista amenazada por la secesión de una Barcelona vecinal y cosmopolita. Una derecha social que quiere gobernar para todos los ciudadanos independientemente de a quién hayan votado. O una izquierda entre rasgada y radical que entona canciones de Pimpinela.

La teoría de los universos paralelos está bien pero -como dicen los matemáticos alemanes- hay que manejarla con más lógica que intuición. En caso contrario podemos ser víctimas de aquel diálogo que decía: «Entonces con quién vamos ¿con los que van a ganar o con los que van a perder?» Y una voz responde: «con los que tienen razón». Ahí vamos.

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