Cinco libros para el otoño

25/09/2015

Danel Serrano. Regreso cuál hijo pródigo herido de lecturas y fotos del verano (ah, islas griegas) pero lo primero que hallo en el periódico es a Antonio Lobo Antunes hablando sobre Pessoa: “Me pregunto si una persona que no ha follado puede ser buen escritor”.

Menos mal que nos queda Portugal.

El otoño ya dora la luz de los mediodías así que va siendo momento de prepararse y he aquí mi aportación en forma de guía de lecturas, cinco libros para ser exactos.

 

dani1Signor Hoffman (Libros del Asteroide) de Eduardo Hoffman o las andanzas de un boliviano raro de orígenes judíos que va de acá para allá indagando sobre él mismo y sobre el mundo. Un conjunto de relatos conmovedores en los que la trama narrativa es mínima pero cada descripción cuenta: el humo de los cigarrillos, las sombras de una estación de ferrocarril, el color de una hoja de café allá en el altiplano, elementos de una crónica sobre el significado de los nombres.

 

 

 

dani5Nuevo destino (Mondadori) de Phil Klay es la guerra contada por un soldado (de verdad). El autor peleó en Irak y Afganistán en el cuerpo de marines. Un libro no apto para progresistas de catequesis porque aquí no hay monigotes malvados a los que echar la culpa. Hay hombres enfrentados a la violencia, ejerciéndola y gestionándola como pueden, inmersos en la devastación. De entre los doce relatos, todos magníficos, uno de ellos tiene el brillo kafkiano de las grandes obras del absurdo: El dinero como sistema armamentístico. Perfecto resumen del estúpido sistema burocrático que puso en marcha Estados Unidos en Irak para lavar su mala conciencia y simular que trataba de reconstruir el país que acababa de arrasar.

 

dani2Martha. Música para el recuerdo (66 rpm) de Fernando Navarro. Una meritoria primera novela de tono adolescente (sí) pero en la que el amor desaforado por la música te llega hondo tengas la edad que tengas (por lo menos a mí). Sin prejuicios absurdos (este no es hipster ni gafapasta, Víctor Lenore), Fernando Navarro habla de cuando veraneaba en la sierra madrileña, se enamoraba perdidamente y grababa cintas con canciones de Extremoduro, Tom Waits, Platero y Tu y Van Morrison. La primera frase invita a la lectura (como debe ser): “Aquella noche, por motivos que nunca podré saber, Marta iba sola escuchando nuestra canción cuando su coche se salió en una curva y se estrelló”.

 

dani3Mimoun (Anagrama) de Rafael Chirbes. Lo malo de ser un gran escritor y morirse es la profusión de obituarios imbéciles donde el firmante se coloca por delante del finado para salir guapo en la foto. Bueno, así son las cosas. El caso es que se ha muerto Rafael Chirbes y está muy bien leer Crematorio o En la orilla pero resulta también apetecible rescatar novelas como esta, relato de ambientación marroquí regado con alcohol y sexo que, a veces, parece una versión de El ángel exterminador con expatriados que no pueden salir de un poblacho cercano al Atlas. Muy interesante y muy diferente de lo que Chirbes escribió luego.

 

 dani4Noches blancas (Nórdica) de Fiódor Dóstoievski. Un clásico con bonitas ilustraciones. Sirve para el otoño aunque sólo sea por su evocador y precioso arranque: “Era una noche maravillosa, una noche de esas que puede que sólo se den cuando somos jóvenes”. Ah, noches blancas de un verano que agoniza al borde las piscinas, donde van a morir las avispas. Disculpen la poesía.

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