Mi homenaje a Umberto Eco

20/02/2016

Miguel Ángel Valero.

La primera crítica literaria que me publicaron (número 1 de “El pobrecito hablador”, junio de 1983) fue sobre la primera novela de Umberto Eco, “El nombre de la rosa” (Lumen, 1983). Se titula “¿Qué sucederá en 1327?” y la recupero (sin modificaciones) ahora, 33 años después, como un homenaje al genial intelectual italiano. Descanse en paz.

Ésta es la crítica:

Umberto Eco, conocido semiólogo y semiótico, autor de obras como “El signo”, “Apocalípticos e integrados ante la cultura de masas”, “La estructura ausente”, “Tratado de semiótica general”, y “Lector in fabula”, ha publicado su primera novela.

Una novela que ilustra las teorías expuestas en las obras citadas: la “hora del lector” y su “cooperación textual”, y el concepto fundamental de “obra abierta”.

La “obra abierta” es la obra que se propone al lector-receptor como una suma de posibilidades de interpretación que da lugar a distintas “lecturas” (filosófica, estética, religiosa, histórica, psicológica, etc).

“El nombre de la rosa” no es más que un ejemplo práctico de obra abierta. No es una novela en clave, sino una novela con muchas claves, cuyo desciframiento es misión de cada lector. Este desciframiento sólo puede parcial y subjetivo, pues son muchos los puntos de vista desde los que puede ser analizada la novela.

Eco, intencionadamente, ha fabricado un relato polivalente, una suma de los diferentes modos de narrar y de los distintos propósitos de éstos. Hay una síntesis de elementos de la novela gótica, de la novela policíaca anglosajona (John Le Carré, Graham Greene, Conan Doyle), de historia medieval (S. Isidoro de Sevilla), de historia del cristianismo (con abundantes citas de los Padres de la Iglesia) y de la filosofía (Aristóteles, Guillermo de Ockham y Roger Bacon), además de entreverse la influencia de “La montaña mágica” de Thomas Mann, “El juego de abalorios” de Hermann Hesse, y de “El Aleph” de Jorge Luis Borges.

Todos estos elementos, a primera vista contradictorios, están dosificados y mezclados “según arte”, con abundantes citas y referencias culturales (muchas de ellas en latín).

El relato se basa en un manuscrito escrito por un monje y hallado pro otro monje. Adso de Melk, el protagonista, es un novicio benedictino que llega a una abadía italiana de su orden, acompañando a Guillermo de Baskerville, un sabio irónico que ha sido llamado por el abad del monasterio para investigar unas misteriosas muertes acaecidas en los claustros del monasterio.

Adso de Melk se encuentra en la abadía con extrañas conductas de no menos extraños personajes, una inmensa y laberíntica biblioteca, subterráneos secretos, sombras nocturnas, asesinatos reiterados, suicidios, maquinaciones viles y, para terminar, un pavoroso incendio.

“El nombre de la rosa” es una vasta crónica medieval dividida en ocho partes o jornadas, cronometrada cada una de ellas con las horas canónicas que rigen en los monasterios: maitines, laudes, prima, tercia. sexta, nona, vísperas y completas.

En esta gran obra abierta de seiscientas largas páginas hay símbolos, alegorías y una forma de narrar cautivadora, que sirven para expresar una serie de ideas, teorías y temas que, sintetizando mucho, se agrupan en éstas:

1.-Las teorías nominalistas de Ockham combinadas con las modernas nociones semióticas. No se puede dudar de la verdad de los símbolos, de los signos, de las palabras. Cuando una cosa muere, no desaparece del todo, puesto que queda su nombre. “La rosa puede morir, pero nos queda el nombre de la rosa”.

2.-La crisis filosófica de inicios del s.XIV, en la que se produce la ruptura de la concepción unitaria de los benedictinos cluniacenses, una concepción que modificaba el orden cósmico y las formas de piedad, y que se enfrentó con los sistemas elaborados por Abelardo, por los franciscanos y los “fatricelli”, y por otros “desvíos” o “herejías”.

3.-La concepción del franciscanismo como la mística de la sonrisa: “quizás la tarea del que ama a los hombres consiste en lograr que éstos se rían de la verdad, en lograr que la verdad ría”. Curiosamente, Graham Greene defiende, en “Monseñor Quijote”, el “cristianismo que sonríe”.

4.-La historia como maestra (concepto que toma de Toynbee): la relectura del pasado nos da las claves para entender el presente.

5.-Idea de la Biblioteca como un cosmos que constituye el centro del universo, y su saber está reservado a una minoría selecta (la influencia borgiana es obvia).

“El nombre de la rosa” (Barcelona, Lumen, 1983) es una obra que merece la pena leerla, y saborear el relato para poder realizar ese desciframiento parcial que nos propone Eco.

Los críticos literarios han aconsejado leer la novela desde la lectura previa de “Lector in fabula” (Barcelona, Lumen, 1981), un estudio de los fenómenos verbales que intenta demostrar que “la competencia del destinatario no coincide necesariamente con la del emisor”, lo que posibilita varias lecturas diferentes de un  mismo texto. En “Lector in fabula” se hallan desarrollados los conceptos citados (sobre todo el de “obra abierta”) y es una ayuda inestimable para una lectura correcta de “El nombre de la rosa”.

Ojalá que el nombre de la rosa no sea lo único que nos quede de esta ambiciosa y apasionante novela de Umberto Eco.

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