Dicho y hecho

30/01/2017

Josep M. Orta.

El nuevo presidente de los Estados no ha tardado en dejar huella. En los pocos días que habita la Casa Blanca ya ha revolucionado el mundo. Lo que parecían bravatas de campaña electoral lo ha empezado a aplicar para escándalo de muchos. Como un empresario acostumbrado a mandar e imponer sus decisiones  a unos subordinados acostumbrados al “sí señor” aplica estos mismos métodos a la vida política, sin que parezca que las leyes le sean un obstáculo  (al menos de momento).

El imponer su voluntad al margen de cualquier consideración (veremos cómo actúan los otros poderes estadounidenses) parece propio de un dictador, pero no cabe duda la rapidez con que se aplican sus resoluciones. Las piensa y las ejecuta.

Esto contrasta con la exasperante lentitud de otras instituciones a la hora de resolver sus asuntos. Un buen ejemplo de ello es la Unión Europea que cuando se le plantea un problema urgente –como, por ejemplo ahora el caso de los emigrantes- se eternizan las reuniones, negociaciones, declaraciones, pactos, cumbres… mientras que se eterniza una posible solución que puedan proponer mientras el drama continúa. Y es más cuando por fin llegan a un acuerdo los estados que lo han de aplicar tardan siglos en hacerlo.

Quizás no estaría de más que algunos tomaran nota de la celeridad con las que Trump resuelve lo que él considera un problema y buscaran fórmulas para cuando hay un un acontecimiento urgente estuvieran en condiciones no de dar soluciones para Dios y la historia si no actuar con una cierta rapidez,  no como pasa hasta ahora que cuando deciden mandar a los bomberos el incendio se ha apagado solo.

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