Restaurantes para quedar (y comer) bien

23/02/2017

Carmela Díaz.

En los últimos tiempos nos han bombardeado las aperturas de establecimientos con una decoración de tipo industrial, ambientes gélidos, escenografías calcadas e impersonales, espacios gigantescos y cartas muy similares. Por tales motivos, los que disfrutamos con los restaurantes de pocas mesas, con las excelentes materias primas y con unos entornos con personalidad, agradecemos y apreciamos estas dos apuestas gastronómicas. Ninguna es barata, pero la experiencia merece la pena.

Hortensio

HORTENSIO. En pleno barrio de Chamberí, en la calle Marqués de Riscal, justo al lado del histórico frontón Beti Jai y a dos pasos de la Castellana, se esconde una sala acogedora, de ambiente exquisito, decoración sobria pero elegante y que atiende como máximo a una treintena de comensales.  La atmósfera es delicada, los detalles están muy cuidados y la cocina se elabora a la vista de todos para que podamos disfrutar del proceso de creación de sus platos. La intención del chef colombiano Mario Vallés es fusionar tradición y vanguardia, ofrecer lo clásico y contemporáneo en una sola idea o potenciar que las técnicas modernas resuciten la cocina milenaria. Su propuesta se basa en los productos de temporada de mucha calidad, casi de lujo. La carta es corta, pero con opciones sorprendentes y muy elaboradas: además, cambia cada mes. El servicio de sala resulta atento (que no molesto). Como bienvenida, el aperitivo cortesía de la casa (sashimi) tiene un sabor y una presentación espectacular.  No hay que dejar de probar las ostras, los huevos, los pescados que están deliciosos con un punto de cocción exacto (mención especial para la lubina). El salmonete -otro de los platos estrella de Vallés- y la pularda se pueden probar en dos servicios (arroz meloso y consomé oscuro respectivamente). Entre los postres destacan el brioche y el suflé de turrón.

Puerta de Alcalá

Arroz meloso con marisco, Puerta de Alcalá

PUERTA DE ALCALÁ. Como su nombre indica este nuevo restaurante (inaugurado recientemente) se encuentra a la vera del mítico monumento madrileño, en el primer número de la calle Serrano.  La sala es maravillosa, con una colorida zona de entrada ideada para tomar unas copas y una distinguida sala con un número muy reducido de mesas (la mejor para una cena íntima es la que se ubica junto a la chimenea).  El chef Rafael Vaquero lidera una propuesta de cocina española actualizada con rasgos internacionales y destello creativo. La carta se nutre de una materia prima de calidad y productos naturales de temporada. Los pescados y mariscos proceden de lonjas de O Grove, Cangas del Morrazo, Viveiro, Huelva y Cádiz: por el sistema de pesca extractiva pasan prácticamente del barco a sus cocinas. Las carnes llegan en su mayoría desde La Finca de Jiménez Barbero, la explotación ganadera pionera en Europa donde se crían las terneras, vacas y bueyes más felices. Y las verduras llegan al plato desde las huertas más apreciadas de España.  Además de las carnes y pescados están muy ricos los arroces melosos, la ensaladilla, la ensalada de gambas con salmorejo, los raviolis de langostino sobre sofrito de carabinero y el canelón de mango relleno de arroz con leche. También tienen terraza, menús de degustación y carta de desayunos y meriendas.

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