Oh, my god!

03/11/2010

Germán Temprano.

Debe ser que cada día entiende menos uno de este oficio, pero aquello de definir como noticia que el hombre muerda al perro y no que sea el perro quien muerda al hombre ha dejado de tener vigencia. Sólo así se entiende primero la relevancia y luego el estupor que ha levantado el anuncio de privatizaciones de servicios sociales por parte del PP. ¿Qué el Partido Popular va a privatizar algo? ¡Oh, my god! No doy crédito. Es decir, como los bancos. Viene a ser como si sacamos a portada que Zapatero se muestra optimista sobre el futuro de la economía o que el alcalde de Valladolid ha insultado a alguien.

Basta con sobrevivir en Madrid para saber que, como rompeolas de todas las Españas que es, aquí eso de privatizar los beneficios y socializar las pérdidas ya es más castizo que las gallinejas. Se trata pues de una transacción muy peculiar en la que el empresario agraciado por la Comunidad de Madrid o el Ayuntamiento de la capital a lo único que se arriesga es a atragantarse con el humo del puro tras la opípara comida de celebración del chollo.

Sólo así puede definirse que, por ejemplo, que aquellos a quienes se concede la explotación de polideportivos, pagados con dinero público, tienen la cobertura de un par de millones de euros, también a costa del contribuyente, por si las cosas se tuercen y tienen alguna pérdida. Hasta ahí podíamos llegar. Es decir, viene a ser como si usted monta un bar, el local se lo pagamos entre todos y si no alcanza la previsión de venta de bocatas de calamares se hace una colecta entre la vecindad para que no pierda un céntimo de euro.

Eso es fomentar el espíritu emprendedor el empresario y lo demás son tonterías. No es que la gestión privada sea más eficaz, algo no demostrado científicamente, sino que, en sus manos, por ejemplo, y hay decenas de ellos, el ordenanza de un centro cultural municipal privatizado cobra la mitad y trabaja justo el doble que un empleado del Ayuntamiento. Se convendrá que obtener así beneficios, al calor de esta teoría del medievo del recordado Díaz Ferrán, de cobrar menos y currar más, tiene el mismo mérito que investigar algo sobre la vida privada de Belén Esteban. Es decir, ninguno.

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