Un poco de cariño para Miguel Sebastián

27/07/2011

diarioabierto.es.

Hay que regalarle una corbata a Miguel Sebastián. O un artilugio de ventilación a pilas. Hay que regalarle algo a este hombre para dulcificarle el gesto agrio. Miguel Sebastián tiene un gesto de derrota antes de la derrota, una especie extraña de amargor en la mirada torva de los ojos. No es el momento de ponerse borde, ni con José Bono ni con el calor, y si te aprieta el cuello pues te aguantas. A Miguel Sebastián, da la impresión, lo que le aprieta el cuello es el nudo gordiano de su caída rotunda. Al principio vibraba en el perfil de un especialista reclutado por su valía previa, de especialización intelectual, y no como un político consumado al acecho. Con los años, y también con el cargo, su cariz de docente universitario ha dado paso al peor vicio del político de butaca: ese afeamiento de la expresión tardía, esa especie chunga de soberbia que tanto nos rechina en la edad de la crisis. En cualquier caso, un hombre que cae mal.

Hay que regalarle una corbata a Miguel Sebastián. Y también un libro de poesía sobre la cordialidad, quizá algunos poemas de Jaime Gil de Biedma o de Ángel González. Le vendría bien, quizá, algo de Claudio Rodríguez, el gran poeta andador de la celebración en las fiestas locales, esa plenitud de la vida exaltada ante sí misma, para darle también a su semblante algo de baile antiguo, de juegos ancestrales en las danzas del río. Hay que regalarle una corbata a Miguel Sebastián para que pueda entrar en el Congreso vestido por los pies, y por el cuello. Claro que hace calor: que se lo digan a todos los que están en las colas del paro, fuera de la oficina, a pleno sol, esperando encontrar su lugar en el mundo.

Uno puede estar más cerca o alejado de la respuesta que le dio Bono en el Congreso, pero tenía razón: si los ujieres, por reglamento, van con las camisas abrochadas hasta el último botón, y con la corbata intacta bajo el cuello, no es descabellado pedir a los diputados exactamente lo mismo. Pero claro, Miguel Sebastián no tiene tema, ve su ciclo cerrado y necesita recuperar el pulso ante las cámaras, cuando no es el momento, con su inoportunidad ligera. Es como si la vida le hubiera tratado mal, y él devolviera nada más que desaires a la vida.

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