Una sociedad rota, la descomposición de un vientre helado que ha cortado la clase media. Por más que ahora lo intenten Cameron y su gabinete, lo que ha ocurrido en Reino Unido les supera: y nos supera a todos, porque la amenaza no es únicamente la calle convertida en campo de batalla. La batalla, primero, es interior: toda esta gente que no llega a los treinta y no conoce aún ninguna perspectiva de futuro. Se empezó, hace más o menos una década, con un recorte exacto y gradual del nivel medio de vida: entonces, los licenciados universitarios tuvieron que irse acostumbrando, en Londres y también en el resto de Europa, a encontrar contratos temporales o no encontrar ninguno.

Se pasó, en un período de tiempo relativamente corto, de tener perspectivas de empleo estable a no tener ninguna perspectiva de empleo; de poder aspirar a comprar piso propio a tener, como mucho, la posibilidad de pagar alquiler compartido; de ajustar el presupuesto de la pareja para afrontar el gasto de un hijo posible, a volverse imposible tener hijos porque no hay quien sufrague una boca más.

En definitiva, se han cargado a la gente, y ahora es la gente quien carga contra ellos. No nos engañemos: esto, y no otra cosa, ha sido el 15-M en España y otros países de Europa, sustituyendo la quema de edificios por las interminables asambleas. Uno puede, o no, condenar la violencia: cuando el 15-M se volvió agresivo en Barcelona, y se agredió a los diputados que iban al Parlament, muchos coincidimos en que el 15-M era otra cosa, o lo había sido, y por eso, entre otras razones, había cosechado ciertas simpatías entre los periodistas, la población y los propios políticos. Uno puede, o no, estar en contra de que las oleadas de muchachos que no han tenido nunca un empleo digno, que ven la vida ajustada casi hasta su mínima expresión, que sólo han ido encadenando becas temporales, y eso los afortunados, decidan que se les han hinchado las ganas de esperar y hayan decidido romperlo todo, para empezar de nuevo y refundir esta vida torva en una vida nueva, con un derecho nuevo y una economía nueva.

Dice Cameron que va a reconstruir esta “sociedad rota”, pero es imposible. Han dejado la vida en manos de las gentes bancarias, y esa vida se ha desmenuzado: es más un cadáver que una enferma.