Por la libertad al monopolio

15/12/2011

diarioabierto.es.

Gracias al gobierno de Esperanza Aguirre cualquier madrileño podrá saber como nadie lo que se pierde por estar en crisis. Durante las veinticuatro horas de todos los días del año algún comercio abierto le recordará qué capricho no se pueda dar o lo que se pierde por esa ordinaria costumbre de ser, con suerte, trabajador mayormente en precario. Por lo visto la solución para reactivar el consumo no es tanto no tener dinero como no tener tiempo. Y con los parados que hay uno se teme que a millones de ciudadanos, por desgracia, eso es lo que les sobra. El afán liberalizador a menudo cae en el sinsentido. Lo es la barra libre de horarios que más que crear empleo intensificará la jornada de quienes todavía lo tienen. Los cálculos de quienes auspician la medida, de tan fiables, se antojan elaborados al tuntún tomando como referencia los números de la Primitiva. En este caso dicen que serán 20.000 puestos de trabajo que no se lo creen ni en ese estado tan común en estas ya escasas copas navideñas.

Lo más lógico es que la tienda media o pequeña, para no perder con la competencia más próxima que abre más horas que ella, haga lo propio y el dependiente o dependienta de la misma redoble el minutaje laboral a cambio, llegado el caso, de una pequeña compensación. No hace falta empaparse de teoría económica sino recurrir mínimamente al sentido común para recordar de nuevo que el origen del desastre es que no hay trabajo no que no haya modos de contratación ni oportunidad para escaparse a la tienda a comprarse algo. Todo lo demás son parches nocivos, en este caso y siempre, para el más débil. Más dañino aún cuando el mapa productivo nacional refleja que las pymes son abrumadora mayoría y que estas ocurrencias de doña Esperanza Aguirre azotan como pocas al comercio más modesto y numeroso.

Es de común conocimiento, para quien lo quiera ver, que esa ‘mano invisible’ que esgrimen los ultraliberales como mecanismo de autorregulación de los mercados agarra por donde más duele a quien menos recursos tiene para afrontar la adversidad. Es paradójico, aunque no casual, que en el nombre de la liberalización lo que se logra es reconducir el consumo a un determinado tipo de comercio vinculado a las grandes superficies y al ocio que, con estas medidas, actúan ya casi en régimen de monopolio. De alguna manera nos dan libertad para comprar pero nos hacen señas para indicarnos dónde debemos hacerlo. Ya se sabe que todos somos iguales pero unos más iguales que otros.

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