El hombre que pudo ser Jack El Destripador

08/02/2012

Daniel Serrano.

Dedicó un bellísimo e inadecuado poema de amor a una niña de once años, murió borracho o tuberculoso o seguramente ambas cosas, ejerció a tiempo completo de dandy irreverente, fue amigo de Oscar Wilde, transitó a través de la niebla tétrica de un Londres en claroscuro de luz de gas, durmió en los burdeles más infames y, así, hasta la tumba, se fue construyendo una irreprochable estampa de maldito que le convirtió en inmortal. Ernest Dowson. Para mayor abundamiento en el mito, Dowson fue sospechoso de ser el mismísimo Jack El Destripador. Qué más se puede pedir. Pues, tratándose de un literato, un par de grandes obras. Grandes en cuanto extensión no hubo pero sí dos versos inmortales: “They are not long, the days of wine and roses” (“No quedan lejos, aquellos días de vino y rosas”) y “I have forgot much, Cyrana, gone with the wind” (“He olvidado, Cyrana, se lo ha llevado el viento”). Qué mayor gloria para un poeta que legar dos versos a la posteridad. Siquiera uno.

Descubro todo esto gracias a la edición en castellano de un delicioso relato: Diario de un hombre de éxito. Una hermosa historia de amores tristes y equívocos pretéritos con la ciudad flamenca de Brujas como decorado romántico. Apenas treinta páginas pero, se lo aseguro, de placer lector asegurado. “Siempre es otoño en Brujas” escribe Dowson. Y también: “A mis años debemos mantenernos alejados de las catedrales: son lugares con bóvedas plagadas de reumatismo –en el mejor de los casos se encuentran plagadas de fantasmas-«. Así suena esta historia que es la historia de un regreso, al final de un largo viaje. “Al lugar donde has sido feliz/no debieras tratar de volver” sostuvo Sabina en una exhalación de humo azul. Pero, a veces, hay que algo nos empuja a continuar adelante sin reparar en las consecuencias: “Ayer me juré que haría el equipaje y me iría a Bruselas, pero aún me encuentro en Brujas”. Ah, si uno pudiera tener de nuevo quince años para leer con la conveniente pasión arrebatada de la adolescencia este cuento de amor. Porque este Diario de un hombre de éxito tiene esa elegante desmesura del romanticismo que en la pubertad nos hace zozobrar. Y también en la madurez, qué caramba.

En fin, apenas treinta páginas, ya se lo dije, pero qué treinta páginas. Y, como exquisito regalo, se incluye en la edición uno de esos poemas que han hecho que Dowson haya perdurado hasta nuestros día. Sólo el título, tomado de Horacio, ya emociona: “Non sum qualis eram bonae sub regno Cyranae” (“Ya no soy el que era cuando gobernaba la hermosa Cyrana”). Y ahí brilla el verso que dio pie al título de la novela de la Guerra Civil estadounidense más célebre del mundo: “Gone with the wind”. Se fue, el viento se lo llevó, Dowson adoraba la melancolía y siempre adivinaba el rostro de la tristeza acechando tras toda risa: “cuando en la fiesta las luces se extinguieron/ cayó tu sombra, Cyrana, porque tuya es la noche”. Kavafis hubiera asentido escuchando esta poesía.

Agradezco a la editorial Periférica haberme descubierto a Ernest Dowson. El hombre que pudo ser Jack El Destripador. El poeta inmortal por dos únicos versos. El dandy que contaba historias de amor. Descúbranlo ustedes.

Diario de un hombre de éxito. Ernest Dowson. Periférica. 43 páginas.

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