Félix Romeo, capítulo final

28/02/2012

Daniel Serrano.

“El fuego sin fuego de mis muertos” escribió Félix Romeo.

Y Félix Romeo es ya fuego de ese fuego. Se marchó el Pantagruel insumiso que aullaba a luna en las madrugadas de Zaragoza. Queda, según aseguran sus numerosísimos amigos, el eco sin fin de sus carcajadas de ogro bondadoso. El amor de tantos a los que quiso y le quisieron. Y queda también un rastro de tinta imperecedera. Noche de enamorados, su novela póstuma. ¿Novela? Literatura, más allá de disquisiones sobre un género a estas alturas imposible de definir. Novela y autobiografía y lo que se tercie. Un ejercicio de memoria y una indagación literaria y una confesión vuelta del revés.

En 1995 Félix Romeo cumplió condena en la cárcel de Torrero por negarse a realizar el servicio militar. Compartió celda con Santiago Dulong, que había matado a su mujer. Pasados los años, Romeo reconstruye pieza a pieza el relato de aquel crimen cometido por un viejo compañero de celda. Un crimen carente de interés para los jueces, fiscales y policías de la época. Para todos esos funcionarios, apenas una trifulca entre una puta alcoholizada y un borracho, trabajo de rutina. Para Félix Romeo, el asesinato de un ser humano frágil y desvalido a manos de otro ser humano, tal vez igual de frágil, igual de desvalido pero, al fin, verdugo implacable.

Santiago Dulong cuenta a Félix Romeo allá por 1995, en una noche de cárcel y miedo, que ha matado a María Isabel, la mujer que amaba, a quien quiso dejar pelona con unas tijeras para que no alternase más. Y Santiago le pone a Félix Romeo las manos muy cerca del cuello con objeto de detallar exactamente cómo estranguló a una mujer que hace mucho, mucho tiempo, fue una niña en el Marruecos español, en Larache. María Isabel nació en Larache y luego vivió en Ceuta y sabe Dios cómo llegó a Zaragoza y todo eso nos lo va relatando Félix Romeo porque Félix Romeo cree que María Isabel merece que alguien cuente su historia. Félix Romeo no acepta que el olvido se lleve tras de sí la muerte violenta de una mujer a la que la mala suerte arrastró a un piso de la calle Barcelona de Zaragoza.

Jueces, fiscales y policía no prestaron gran atención al caso y Santiago Dulong fue condenado a apenas un año de cárcel por imprudencia temeraria con resultado de muerte y así quedó escrita la narración del crimen. Pero Félix Romeo cree que hay que volver a escribirla y la escribe y nos acerca a la víctima y al asesino hasta que casi percibimos el hedor a ginebra de sus alientos y la profunda derrota que ambos cargan a sus espaldas.

Noche de enamorados tiene mucho de Amarillo, la anterior obra de Romeo. Hay, de nuevo, una muerte y cuentas que ajustar con el pasado. Y la obligación de poner en pie un relato que nos explique. Algo. “También fueron los bomberos, en Barcelona, quienes certificaron la muerte por suicidio de Chusé Izuel”. Chusé Izuel, el amigo suicida. María Isabel, una víctima olvidada que Félix Romeo se empeña en dignificar. Sin ocultar sus miserias. Simplemente colocando palabra tras palabra para mostrarnos que un crimen, cualquier crimen, esconde toda la tristeza del mundo.

“Matar a un hombre es algo muy duro. Le quitas todo lo que tiene y todo lo que podría tener” alecciona el viejo y decadente William Munny (Clint Eastwood) a un joven aspirante a pistolero en Sin perdón. Félix Romeo escribe sobre lo que supone matar a un ser humano. Y al leer Noche de enamorados no hay manera de que se nos vaya de la cabeza que Félix Romeo ya no está. Y, sin embargo, en el volumen de textos que acompaña a este libro, done sus amigos (Luis Alegre, Martín Casariego, Javier Cercas, David y Jonás Trueba…)  le rinden homenaje, hay un tono de celebración de la vida. Porque Félix Romeo escribió tanto sobre la muerte a fuerza de amar la vida.

“El fuego sin fuego de mis muertos” escribió Félix Romeo.

Descanse en paz.

Noche de los enamorados. Félix Romeo. Mondadori. 139 páginas.

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