RR. Institucionales y sentido común

26/03/2012

Pilar Lladó.

El sentido común sirve para casi todo, incluyendo la salida de la crisis económica y buenas prácticas para no caer más en ella. Pero han pasado 100 días de la llegada de un nuevo equipo de gobierno a España y necesitamos saber cómo conseguir que los nuevos gestores obtengan información -nuestra información- sobre lo que nos interesa y o lo que nos afecta cuando somos un determinado grupo, asociación empresarial o sociedad.  Este trabajo se llama Lobby, que dicen los angloparlantes y que en tierra de garbanzos llamamos Relaciones Institucionales.

Aunque quienes nos dedicamos a la Comunicación lo tenemos muy claro, permítaseme recordar que lobby -o RR. II.- no es lo mismo que pucherazo, como se empeñan en contarnos las películas americanas. Afortunadamente, porque redactar una ley o un decreto según quien pague, suena duro. Estamos hablando de nuestro parlamento, no de otras Administraciones en las que sí han podido descubrirse casos de corrupción, cosa que es “harina de otro costal”. El Gobierno esta poniendo en marcha la Ley de la Transparencia lo cual va a ayudar a clarificar las cosas y va a contribuir a que los profesionales de las RR. Institucionales podamos trabajar de la mano de los políticos ayudando a conocer las necesidades de las empresas y de la sociedad civil.

Quedamos, por tanto, en que las RR. II. son una rama de la Comunicación especializada en un determinado público objetivo: diputados, senadores, las comisiones que éstos forman y, en otras escalas, el Gobierno del Estado, las Comunidades Autónomas o los Ayuntamientos. Y, ¿qué se comunica en esta vertiente? Pues información transparente,  medible y contrastada sobre nuestro sector, nuestra organización o nuestra empresa cuando puede verse afectada por una nueva ley o  una reforma legislativa…

Unas simples cifras, antes de seguir adelante, darán una idea de los cambios que pueden experimentar las organizaciones en un año legislativo. En 2011, desde el 1 de enero hasta que se convocaron elecciones, se promulgaron 12 Leyes Orgánicas (que proceden directamente de la Constitución), 38 Leyes de todo tipo, 18 Reales Decretos-Ley y 3 Reales Decretos Legislativos. Por tanto, 71 normas nuevas o que modifican anteriores y que afectan desde a jueces y abogados hasta feriantes que menudean en los mercadillos, por poner un ejemplo de los varios cientos de colectivos que podríamos elegir.

Y es precisamente esa capacidad que tienen los cambios legislativos de afectar a “varios cientos” lo que se convierte en el primer escollo de la Comunicación Institucional. Los colectivos, las organizaciones de todo tipo y las corporaciones se lanzan a intentar “defender lo suyo” con los representantes de los ciudadanos. En general lo hacen sin tener en cuenta el principio básico de la Comunicación: comunicar desde el punto de vista del receptor.

Hay 22 comisiones permanentes legislativas en el Congreso y aunque el número de diputados en cada una de ellas varía, podemos hablar de una media de cincuenta señorías por comisión. He buscado en un par de comisiones de la anterior legislatura al azar, por poner ejemplos, y en 2011, la de Justicia ha tenido 685 intervenciones. En la de Sanidad, Consumo y Política Social, 819. Es incalculable el número de reuniones de los distintos miembros de cada comisión previas a esas intervenciones o sobre asuntos que no han llegado a las sesiones informativas.

Creo que estos breves apuntes muestran la necesidad de profesionalizar  las Relaciones Institucionales. Ir a ciegas a intentar explicar nuestra verdad, sin dar a los receptores datos y argumentos, por mucha razón que tengamos, tiene muchas “papeletas” para el fracaso.

Hacer lobby es una labor que se debe basar en un análisis de la situación, en informaciones -como ya he dicho- contrastadas, en un plan adecuado con actuaciones basadas en diferentes escenarios. Y también es entender el especial público objetivo al que tenemos que llegar: diputados electos que ante todo quieren legislar de la mejor forma, para la mayoría de los ciudadanos, y que tienen que  mantener una imagen pública.

Sentido común, decía al principio. La imaginación hay que limitarla quizá a la empatía, a ponernos en el lugar de nuestros receptores, y no necesitamos ser originales; y hacer el trabajo de la mano de quienes son  profesionales de la materia, para acertar a la primera y recordar que “no hay buena segunda oportunidad para una mala primera impresión”.

Esperamos por tanto en el corto plazo la normalización de esta actividad tan importante para las democracias porque contribuye a una mejor forma de legislar de los parlamentarios españoles, a la profesionalidad de los especialistas y a la transparencia de los consejos.

Pilar Lladó
Directora de Estudio de Comunicación

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