Rato vuelve a perder un pulso con Rajoy y tiene que abandonar Bankia

07/05/2012

Miguel Ángel Valero. Economía y Banco de España pactan la vuelta del antiguo consejero delegado del BBVA, José Ignacio Goirigolzarri, para que complete el saneamiento del grupo Banco Financiero y de Ahorros.

Rodrigo Rato ha vuelto a perder un pulso con Mariano Rajoy, y de nuevo se recuerdan aquellas palabras de Pío Cabanillas, uno de los fundadores de la entonces Alianza Popular y ya fallecido: “¡cuerpo a tierra, que vienen los nuestros!”. Rato tiene que dejar la presidencia del Banco Financiero y de Ahorros, de Bankia y de Caja Madrid apenas dos años después de llegar a esta última entidad como candidato de consenso tras impedir Rajoy (con la inestimable colaboración de Zapatero) la maniobra de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, de imponer como sucesor de Miguel Blesa a su número dos, Ignacio González. Siete años antes, en septiembre de 2003, Rato, vicepresidente económico de los Gobiernos de José María Aznar, veía cómo éste optaba por Rajoy como su sucesor, en el polémico dedazo que dejó al ahora presidente del Gobierno a las puertas de La Moncloa tras el bochornoso espectáculo provocado al pretenderse desde el PP culpar a ETA del mayor atentado terrorista cometido en España: el 11-M, obra de Al Qaeda. Rajoy perdió contra pronóstico, y Zapatero llegó al poder. Rajoy ha tenido que pasar por una travesía del desierto de ocho años para llegar, eso sí con la mayoría absoluta más aplastante de la historia democrática de España, al Gobierno.

Rato optó por poner mar de por medio y se refugió en el Fondo Monetario Internacional (FMI) como director gerente. Uno de los puestos internacionales más importantes que haya ocupado nunca un ciudadano español. Pero que Rato dejó, alegando motivos familiares, en junio de 2007, en una decisión que suscitó una fuerte polémica, por lo que suponía de pérdida de peso internacional de España.

Desde su vuelta a Madrid, Rato era visto en el entorno de Rajoy como una amenaza a su posición de líder del PP. El pacto para desenredar el lío creado por Esperanza Aguirre en su acoso a Blesa al frente de Caja Madrid y que llevó a Rato a la presidencia de esta entidad fue interpretado como una maniobra para despejar el futuro de Rajoy, ya que se libraba de un competidor. Rato cambiaba la política por la banca y dejaba el camino expedito para Rajoy.

Rato llega a Caja Madrid en enero de 2010 y, en poco tiempo, encabeza una fusión con otras seis cajas (Ávila, Segovia, Insular de Canarias, Laietana, Rioja y Bancaja) que lleva al Banco Financiero y de Ahorros al primer puesto del ranking del sector. Cinco meses después de crear Bankia, logra sacarla a Bolsa, en lo que ha sido el mayor éxito de Rato como banquero. En su carta de dimisión la califica como “la mayor Oferta Pública de Suscripción (OPS) registrada ese año en todo el sistema financiero mundial”.

Además, Rato puede presumir (de hecho, lo hace, en su carta de despedida) de algunos números: un capital básico del 10,6%, un ajuste de red y de plantilla equivalente al 25% de todo el sector financiero español, entre otros. Pero el ladrillo, herencia de la caja de Blesa y sobre todo de la valenciana Bancaja y del Banco de Valencia, ambos presididos por José Luis Olivas, otro alto cargo del PP, ha pesado como una losa. Rato no ha logrado convencer ni al Gobierno, ni al Banco de España, ni mucho menos a los mercados de que BFA/Bankia era capaz de salir adelante con una exposición inmobiliaria de 37.517 millones de euros, según los resultados sin auditar remitidos por la entidad matriz a la CNMV.

Además, ha fracasado en algunos números. Bankia vale ahora en Bolsa 4.600 millones de euros. Un 38% menos que cuando se estrenó, el 20 de julio de 2011. Y menos que el préstamo recibido del Frob para facilitar que se hiciera la fusión de las siete cajas en el Banco Financiero y de Ahorros.

Las ironías de la vida

Rato ha tenido que ver cómo un Gobierno del PP, encabezado por Rajoy, le descabalga de su gran proyecto como banquero. Para más ironía, un secretario de Estado de Economía cuando él era vicepresidente económico, Luis de Guindos, es ahora el ministro de Economía encargado de elaborar el acta de defunción de éste. Y como argumento para la ejecución, un duro informe del FMI, en el que se reclama, sin citar en momento alguno al grupo presidido por Rato aunque fácilmente identificable como “la entidad de mayor tamaño”, medidas «rápidas y decisivas para fortalecer el balance y mejorar la gestión y el gobierno corporativo«.

En un último servicio a la causa, Rato propone como sucesor a José Ignacio Goirigolzarri, que, otra ironía de la vida, fue uno de los primeros nombres que le pusieron encima de la mesa cuando le sugerían nombrar un consejero delegado, primero en Caja Madrid y luego en BFA/Bankia. En realidad, la incorporación a BFA/Bankia del que fuera consejero delegado del BBVA ha sido pactada entre De Guindos y el Banco de España.

Con este nombramiento, el Gobierno espera que se reduzca la presión sobre BFA/Bankia y, por extensión, sobre el sistema financiero español. La marcha de Rato facilita además la imposición de un plan de saneamiento al grupo, evitando las consecuencias de una intervención. Una operación muy compleja y que hubiera provocado un impacto negativo sobre la imagen internacional de España y de su sistema financiero. No habrá en BFA/Bankia interventores del Banco de España, pero Goirigolzarri sabe perfectamente que su gestión va a estar muy condicionada por el plan de viabilidad y de saneamiento.

El retorno de Goiri

Rato ha preferido irse y, así, vuelve a la gran banca un Bilbao, el último tras ser cesado como consejero delegado del BBVA por Francisco González, que prefirió a un hombre de toda su confianza, Ángel Cano. Goirigolzarri, Goiri como le llaman sus amigos, es a diferencia de Rato un profesional de banca, donde ha hecho toda su carrera. El 29 de septiembre de 2009, tras 30 años en el banco, Goirigolzarri dejaba el BBVA «de mutuo acuerdo«. Se fue con una jubilación anticipada que suponía una pensión anual del 80% de su sueldo base, que ascendió a 4,28 millones de euros en 2008. Una vez cumpla los 65 años, percibirá 52,49 millones de euros. O una pensión vitalicia superior a los tres millones de euros.

Ahora tendrá que abandonar su cómoda prejubilación, la fundación Garum para el desarrollo de proyectos empresariales y su asistencia a las clases de la Escuela de Filosofía, para volver a cuadrar cuentas de resultados, consolidar balances y crear equipos. Con 58 años, José Ignacio Goirigolzarri retorna a la gran banca para terminar de sanear el Banco Financiero y de Ahorros y Bankia, y cumplir con el plan impuesto al grupo por Economía y el Banco de España.

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