La falta de acuerdo metería a Estados Unidos metería directamente en la recesión y como ya recordó Ben Bernanke, sin medios ni posibilidades de que la Fed pueda aplicar soluciones de «varita mágica».

Todos confían en el pacto, pero también todos recuerdan lo chapuceros que pueden llegar a ser los políticos y el caso relativamente reciente de la elevación del techo de deuda, donde un acuerdo fuera de plazo, parcial y provisional es una clave para entender buena parte de lo que pasa ahora.

Seguramente por eso, desde las dos partes se esfuerzan en mantener abierta la negociación entre los dos espadas principales, el speaker de la Cámara de Representantes, John Boehner, y el presidente Barack Obama en primer persona. Aquí ya no hay delegaciones de los partidos que emiten recomendaciones. Aquí se han remangado los dos jefes y negocian a cara de perro.

Y lo que hoy ha pasado es que los republicanos han tenido que retirar la votación de su Plan B. No tienen mayoría suficiente para hacerlo pasar una votación en la Cámara, así que Boehner ha vuelto a la negociación sabiendo que tendrá que ceder más. Y ese más es rebajar el listón de los afectados por la subida de impuestos a los más pudientes, que hasta ahora habían establecido en aquellos que ganan más de un millón de dólares anuales.

Lo mejor es que casi al cierre Boehner volvió a confiar en que se puede conseguir un acuerdo dentro del plazo marcado y los mercados, que en la víspera habían avisado de lo que puede pasar si el acuerdo se aleja, dedicaron sus esfuerzos a recuperar lo perdido en la víspera, con una sesión de menos más que entró en «estado de euforia» en los últimos diez minutos, todo un síntoma de por dónde quieren los que mandan en el cotarro que vayan las cosas.

Al cierre, el Dow Jones avanzó un 0,45%, el S&P 500 un 0,55% y el Nasdaq Composite un 0,20%. Cuando se está a merced de los políticos y las noticias son esperanzadoras pasa esto, pero cuando son malas pasa lo de ayer.