La «llamada» al diálogo desde la Casa Blanca hizo concebir esperanzas de que el presidente tenía un plan, pero lo que ha pedido es una propuesta de pacto nacida del diálogo entre los líderes de ambos partidos en el Senado.

De inmediato, los mercados sacaron dos conclusiones de esta petición. La primera que Obama considera ya abiertamente al líder republicano en la Cámara de Representantes, John Boehner, un obstáculo para el posible acuerdo y la segunda, que el posible pacto será mucho más débil de lo que hubiera sido de haber salido impulsado por la Cámara de Representantes.

El caso es que entre todos la mataron y ella sola se murió y la mayor parte de los analistas estima posible un acuerdo de subida de impuestos de aquí al domingo, pero bastante más improbable un acuerdo para la reducción del gasto público. Y ambas partes son necesarias para evitar el «Fiscal Cliff«.

La situación es tan compleja que son muchos los expertos que se han apresurado a explicar que los recortes y subidas de impuestos automáticos no tienen por qué entrar en vigor el 1 de enero si no hay un acuerdo que lo evite, sino que la fecha puede ser otra, lo que daría algo más de margen a la negociación. Sin embargo, cada vez es más potente la corriente de los que piensan en un mal pacto o incluso en ningún pacto.

Y los índices han lanzado claramente su mensaje. Contenían las pérdidas en el entorno del 0,5-0,7% hasta que quedó claro que Obama no aporta nada a la negociación. El jarro de agua fría fue descomunal y la trayectoria de los índices en picado hacia abajo.

Al cierre, antes de que Obama compareciera públicamente para dar su visión de la negociación, el Dow Jones se dejó un 1,21%, el S&P un 1,10% y el Nasdaq Composite un 0,86%. Obama decepcionó antes de hablar siquiera. El mercado machacó su comportamiento antes de dejarle que diera explicaciones. Mucho me temo que va a ser difícil de convencer esta vez.