“Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra”, esta máxima bíblica la podemos aplicar a los partidos en los temas de corrupción. Dejando aparte los casos que los beneficios sirve para el lucro personal de los corruptos, en muchos otros casos el problema no es otro que la deficiente financiación de los partidos.

Son ya muchos los casos que van salpicando ora a unos, ora a otros y que la mayoría tratan de aplicar la ingeniería financiera para tapar de ocultar su sistema de financiación. Un destacado político comentando uno de estos episodios de una formación rival lanzaba la hipótesis que los dirigentes de los partidos, cuando les urgen las necesidades económicas, reclaman a los fondos a sus tesoreros (o a quien sea) y estos se espabilan y si los consiguen nadie les pregunta el cómo lo han logrado y en consecuencia los aparatos no se sentirán ni responsables ni inductores de la operación. En caso contrario y la corruptela se destapa será el cabeza de turco que pagará los platos rotos mientras el partido se lavará las manos. Además se conocen los casos que afloran pero sería ingenuo pensar que son todos los que se producen.

Lo curioso del tema es que son los partidos los encargados de legislar y de fijar las normas y las cantidades necesarias para posibilitar el juego político y aún admitiendo que determinadas formaciones puedan ser unas manirrotas, lo que parece evidente es que la financiación pública de los partidos (que es transparente) es insuficiente y que se tienen que buscar la vida por otro lado, en algunos casos regulado (como son las donaciones teóricamente altruistas) y en otros con medios poco claros (en ambos casos la opacidad es la norma).

Desde la instauración de una democracia que ya no es tan nueva las denuncias de corrupción se han ido repitiendo y  la pregunta es por qué si todas las fuerzas con representación parlamentaria tienen este problema y en sus manos está el solucionarlo legislando un sistema de financiación adecuado, ¿porqué no lo hacen? Quizás una respuesta a esta pregunta es que realmente nadie está dispuesto a hacerlo