Presuntamente, of course. Que ya conocemos por estos lares patrios que los derechos o el bienestar de los delincuentes parecen estar más protegidos que los de la honesta turba, la honrada plebe y los exprimidos, desgraciaditos e ilusos ciudadanos de a pie; es decir, usted lector, yo, nosotros…

De ser ciertos los dimes y diretes -y créanme que el susodicho cuenta con todas las papeletas de la rifa para que así sea- el escándalo, ramificaciones e implicaciones son letales. Para el Partido Popular, para la política nacional y para España. Eso sí, que quede clarito, cristalino: escribo en hipotético, presunto e imaginable futurible. Aunque antes de entrar al trapo, me van a permitir un pequeño inciso en forma de reflexión personal que la firmante se viene haciendo en los últimos días… Un mafioso, un pillo, un delincuente, un pícaro, un corrupto o un sinvergüenza, puede serlo y ejercer como tal durante un determinado período de tiempo sin ser descubierto. A todos nos podría pasar y a cualquiera nos la pueden dar con queso ante nuestras propias narices. Ninguno estamos a salvo de sucumbir al engaño de ejemplares de semejante calaña. Ahora bien, colarla día sí y día también durante ¡más de veinte años! en la misma casa de uno dice muy poco de quienes le rodeaban y avalaban: las sucesivas cúpulas del Partido Popular en las últimas dos décadas. Si no son capaces de poner orden en su propia sede -un edificio de siete plantas con unas decenas de empleados-, ¿cómo van a sacar a flote a un país de cuarenta y siete millones de almas al borde del abismo? Pues eso.

Tras este capcioso apunte, voy a adentrarme en la crudeza de unas consecuencias que pocos hasta la fecha se han parado a desgranar. La curiosidad por los nombres y apellidos de los posibles ensobrados –que provoca mucho morbo, no negaré tal evidencia-  impide ver el bosque de la que se nos vendría encima. Algunos receptores de dineros dudosos -sumados a otros tantos beneficiarios de menor relevancia institucional- podrían formar parte del mismísimo Gobierno de España. Sentaditos, sentaditos -y acojonaditos- en los sillones azules del sagrado Congreso de los Diputados. Ello implicaría una crisis de Gobierno de dimensiones descomunales. Y un estallido sin precedentes en el Partido Popular. ¡Booooom! Todo volaría por los aires, se haría añicos. En tal caso no sería descartable una disolución de las Cortes y la convocatoria de elecciones. En otras circunstancias más favorables, a quien trincó -o dejó trincar hasta el corvejón- le tocaría apechugar. Escarnio público, limpia entre las filas populares de golfetes, la ciudadanía a las urnas y un par de legislaturas castigados a la Oposición. En las severas condiciones actuales, si esto llegase a ocurrir ¿imaginan un Gobierno de España, con semejante tesitura económica y social, sin mayoría absoluta? Todos contra todos intentando sacar tajada propia en vez de remar con fuerza en la misma dirección por el bien común. ¿Pueden vislumbrar el panorama si tuviese que tomar las riendas el PSOE, ese partido roto, terminal, carente de credibilidad, desmembrado y descompuesto tanto a nivel orgánico como territorial? Analizando con objetividad la cruda realidad ¿existe a día de hoy alguna formación política alternativa que pudiese hacerse cargo con garantías de nuestro Gobierno y de nuestro futuro? Improbable. La cosa es seria. Mucho. En otra época no tan lejana, hasta me alegraría que el PP saltase por los aires -el PSOE está en ello- para arrastrar tanta putrefacción acumulada, provocando una necesaria regeneración desde sus cimientos y que cada palo aguante su vela, que proclamaría ufana alguna… Pero ahorita mismo es para echarse a temblar. Que Dios nos pille confesados.

Twitter: @CarmelaDf