Cuando se acerca el plazo dado por el grupo IAG para que la dirección de Iberia y los sindicatos alcancen un acuerdo sobre el plan de transformación de la compañía, el sentimiento extendido entre las organizaciones de los trabajadores -y no sólo en el más levantisco sindicato de pilotos- es que es difícil que el día 31 a las doce horas se haya alcanzado un acuerdo. Un pacto además que satisfaga al consejo de administración que se reunirá pocas horas después para analizar la situación y para previsiblemente decidir la puesta en marcha de medidas, con o sin consenso.

Las conversaciones continúan, pero el avance entre la dirección de la empresa y los sindicatos de tierra y de cabina sobre el preacuerdo alcanzado en diciembre, que todavía tiene que ser desarrollado, puede ser prácticamente inservible si en las próximas horas no es ratificado. Queda además por ver si el Sepla, que en parte se unió a ese pacto, se sumaría a un eventual cierre del acuerdo para que la dirección de Iberia tenga más fuerza cuando se analice el viernes en la mesa del consejo de IAG. Este sindicato ha solicitado al presidente y el consejero delegado de Iberia, Antonio Vázquez y Rafael Sánchez-Lozano, respectivamente, una reunión urgente para intentar una salida consensuada.

Porque otro aspecto que subyace entre los sindicatos es el temor que las «concesiones» del llamado plan B, en el que se reduce el recorte de plantilla, sea aceptado por el órgano de Gobierno de IAG. Aunque también puede que se esté desarrollando una especie de «puesta en escena» para que los representantes de los trabajadores acepten unas medidas ante el temor de que se vuelva al plan A -4.500 despidos-, y con aspectos incluso más duros.

Mientras, el Ministerio de Fomento mantiene su oposición al plan original en la medida que puede conllevar pérdida de peso de la aerolínea española en el grupo y en la industria aeronáutica. Pero también se teme a la conflictividad laboral que puede alcanzar una dimensión ahora no difícil de cuantificar.