La patronal, sin capitán

15/12/2010

Maite Vázquez del Río.

Desde que José María Cuevas dejó el testigo, la patronal española no parece levantar cabeza. Su sucesor, Gerardo Díaz Ferrán se ha visto preso por la crisis y en lugar de mejorar la imagen, ha empeorado la situación. La imagen que tiene la sociedad de los empresarios, pese mucho que les escueza, no es buena. Y la división que hay ahora mismo en la lucha por el timón, tampoco.

La situación económica necesita de negociadores creíbles y unidos; que tengan claro hacia dónde vamos y cómo se van a solucionar los problemas. Se ha dicho cientos de veces que la CEOE necesita ser dirigida por un empresario. Lo que nadie esperaba es que la transición que había dejado Cuevas encarrilada fuera a ir por estos derroteros. Díaz Ferrán lo intentó. Cambió estatutos, adelantó elecciones para no sentirse señalado porque estaba «puesto a dedo». Pero la quiebra de sus empresas le quitaron toda la credibilidad, cuando sus trabajadores le insultaban en cualquier acto público al que asistía. Hasta el extremo de que sus más fieles aliados le aconsejaron que presentara la dimisión y no le quedó otra opción que presentarla, y asegurar que no se iba a volver a presentar.

De esta forma, la CEOE se muestra como una organización dividida, sin un líder desde que José María Cuevas dejó la presidencia en 2007. Territorios o sectores, ¿cuáles tienen el poder?  Por los candidatos que se han presentado, todo parece indicar que los territorios que, a la postre, son los más cercanos a los gobiernos, ya sean regionales o central. A Santiago Herrero, procedente de la patronal andaluza, le consideran próximo al PSOE andaluz, y muy de la línea que dejó escrita Cuevas en sus 23 años de mandato. Y Juan Rosell, de la patronal catalana, muy próximo al nacionalismo catalán, defensor del Estatut, y defensor desde que le echó un pulso a Cuevas en 2005 de modernizar y democratizar la CEOE, mirando más al siglo XXI que al XIX. Jesús Banegas, por su parte, es el representante de la patronal de las telecomunicaciones y, según rumores, lo quieren los representantes de las grandes empresas, que al parecer le convencieron a que se presentara porque ni se lo había planteado.

Sea como sea, la patronal está dividida. Y lo peor, no porque no se ponen de acuerdo en las ideas sobre lo que se debería hacer para ayudar al empresariado español y, con ello, a la economía y el empleo, sino por algo mucho más pragmático como es el poder. Desde que en octubre Díaz Ferrán anunciara su marcha no se ha escuchado ni una sólo idea novedosa que salga del mundo empresarial. Lejos de contribuir a dar confianza la divísión deja dudas e incertidumbre.

Pase lo que pase el 21 de diciembre, cuando sea elegido el nuevo presidente de la CEOE, es de esperar que desde el primer segundo el nuevo patrón de patronos trabaje por cerrar la división surgida en la lucha, zanje de una vez la crisis interna y ponga sobre las mesas de negociación la savia nueva que necesitan las empresas, la economía y el empleo, sin olvidarse de ese casi 90% de empresas que sustentan el tejido empresarial español, las pequeñas y medianas, que crean empleo y actividad; de los emprendedores, cada vez más numerosos que están surgiendo en busca de una oportunidad; las mujeres que se abren paso en un mundo hasta ahora de hombres, con iguales ganas de trabjar y sacar a flote sus empresas…

Y mientras recompone la unidad interna deberá, al mismo tiempo, negociar, negociar y negociar, para reconducir el mercado laboral, la negociación colectiva, el futuro del sistema de pensiones, recuperar el consumo, mejorar la I+D+i, que lleguen los créditos y se pueda invertir con unas reglas de juego en todos los sectores, donde partiendo de la libertad de empresa y de circulación de capitales, no se vuelva a repetir los mismos desmanes que nos lleven a una nueva crisis como la actual. De momento, los avales conocidos dan como ganador a Rosell… ¿podrá?

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