Un libro de poemas olvidado bajo la cama

01/02/2013

Daniel Serrano. Los libros tienen vida propia y a veces se esconden como los gatos.

 Mi casa, con un gato y mil libros, propicia que ciertos títulos recién adquiridos decidan apartarse del mundanal ruido durante un tiempo indefinido hasta que se produce el casual y dichoso reencuentro. Me ha sucedido así con La voz a las tres de la madrugada, recobrado tras largos años de ausencia, hallado en la niebla de este viernes que se adorna de invierno y huele, sin embargo, a la primera palpitación de la primavera.

Su autor es Charles Simic, estadounidense de origen yugoslavo, poeta laureado, premio Pulitzer, paisajista de una América donde humean altas chimeneas, avanzan solitarios coches por las autopistas y huele a humo de cigarrillo y a cerveza.

“Se parecía a la vida que querríamos.
Fresas salvajes con nata por la mañana.
La luz del sol en cada habitación.
Nosotros dos caminando desnudos junto al mar”.

       Escribe Simic.

Pero añade un verso perturbador:

“¿Por qué persiste siempre la intuición de un final infeliz?”

        Y concluye:

“La noche nos alcanza de súbito, una noche sin estrellas.
Enciendes una vela, desnuda la llevas
a nuestra habitación y la apagas despacio.

Los oscuros pinos y la hierba extrañamente inmóvil”.

       Simic me recuerda al mejor Bukowski y lo supera, desde luego, en hondura y en lirismo. Los versos de Simic tienen el aroma de la ginebra seca y abundan en una ironía que no elude lo grotesco:

“¿Quién ha puesto risas enlatadas
en la escena de mi crucifixión?”

       O por ejemplo:

“Deberíamos salir corriendo a por ello, dije
y no tengo ni idea de lo que quise decir.

       Qué extraña dicha otorga
la llegada de lo inevitable,
y no tengo ni idea de qué quiso decir”.

       Ah, la dicha de descubrir a Charles Simic tres años después de haber avistado este volumen vestido de blanco satinado en el mostrador de una librería de cuyo nombre no puedo acordarme. Ni siquiera soy el mismo que compró este poemario, supongo.

Escojo al azar algunos versos:

       “Con los ojos cerrados escucho
los pájaros del atardecer.

       No tardarán en quedarse en silencio
y la última noche en la tierra
comenzará
con todo el esplendor de su inmensa pena”.

Y también (les ruego) lean con atención el poema confesional titulado Hablándole al techo, el absurdo y la melancolía y el humor serbio de un tipo al que me imagino fumando cigarrillos en una habitación a oscuras, apenas iluminada por la luz de un neón que se cuela desde el exterior.

Y como (en contra de los consejos de mis maestros) no tengo contención alguna para las citas, les ofrezco otra más del prólogo de este libro: “La poesía de Charles Simic nos recuerda, mediante los ambientes que recrea, que no estamos lejos de las edades oscuras, que tenemos menos certezas que entonces, pero que tenemos una que suple a aquellas: podemos pasear por la orilla de una playa, tomar una copa de vino y echar un polvo. No tenemos claro que exista alguna clase de redención al final del camino así que tenemos que redimirnos aquí, sobre la marcha (…)”. Amén. Quien escribe esto es Martín López-Vega, responsable también de la excelente traducción. Y, por cierto, gracias a DVD ediciones por ofrecernos la versión bilingüe imprescindible para asomarnos al sonido original de estos versos.

Con que aquí les presento a Mr Simic, con quien mi gata se fue de picos pardos allá por el verano de 2009 para ser arrojado a día de hoy a la playa de este invierno, bajo la cama, doliente y desgarrador pero también tan luminoso, tan lleno de vida este volumen de bellísimas poesías.

Recomiendo vivamente leer La voz a las tres de la madrugada, por supuesto, ya que cualquiera de sus poesías sirven para esperar la primavera, el sol que  haga cadáver nieblas y fríos. Y la semana que viene les prometo regresar a la actualidad y hablarles de lo último de Patricio Pron.

(Pero hay algo más. Una vez finalizo de escribir las líneas anteriores exploro en internet y descubro que mi libro perdido y reencontrado ha vuelto huérfano. En su ausencia, DVD ediciones ha fenecido. El tiempo es implacable. Busquen en las librerías de viejo, pregunten, rastreen. Que el olvido sea piadoso con nuestras almas.)

La voz a las tres de la madrugada. Charles Simic. Traducción y prólogo de Martín López-Vega. DVD Ediciones. 359 páginas.

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