La situación de partida era tan complicada que la Cumbre fue retrasada casi seis horas para dar más oportunidades a las negociaciones bilaterales y multilaterales que los países llevaban a cabo entre bambalinas.

Ya desde entonces se notó cómo era la partida. De una parte, los países del norte, más Gran Bretaña, que exigen recortes significativos, y de otra los del Sur, encabezados por España, Italia, Portugal y Francia, que exigen mantener todas las ayudas agrarias y de cohesión.

Rajoy, Monti y Hollande no perdieron el tiempo y dieron desde el comienzo la imagen de unidad que andan buscando. Reunión sin bambalinas, sino perfectamente localizada y sonrisas tras la misma. La música suena bien a algunos países con menos peso en la UE pero a los que los fondos de cohesión les son imprescindibles.

En el otro lado, los países del Norte, considerados contribuyentes netos al presupuesto comunitario, que exigen menos gasto para, entre otras cosas, rebajar su contribución al presupuesto común. A pesar de que hay un acuerdo de partida en el capítulo agrario, sigue sin gustarles y dan la batalla.

Por supuesto, nadie dice abiertamente que habrá menos fondos para la cohesión, pero en el ánimo de los contribuyentes netos y el Reino Unido está una rebaja sustancial de estas partidas.

Son tiempos de crisis y aquí es donde se ve más claramente la diferencia de enfoques para su resolución. La postura de Merkel y los recortes es compartida sin fisuras, incluso con más entusiasmo, por Austria, Holanda, Dinamarca, Finlandia, Suecia y una Gran Bretaña que, como siempre, está pero no está y a la que todo lo que parezca «menos UE» le parece estupendamente.

Y los líderes apenas si lograron avanzar un milímetro ya metidos en harina. El trasatlántico comuntario embarrancó de nuevo con un Van Rompuy incapaz de hacer una propuesta de consenso y un presidente del parlamento, Schultz, alertando de que la cámara comunitaria no pasará un Presupuesto que reduzca la I+D para mantener otras partidas «antiguas» como las agrarias y la cohesión.

A las seis y media han vuelto a reunirse, pero casi todos anticipan ya un escenario sin acuerdo global en el Presupuesto para los próximos siete años y parece que algunos países incluso lo prefieren así porque establecer un techo de gasto en plena crisis puede no ser demasiado conveniente.

La solución que se plantea, por tanto, es el desacuerdo global y el miniacuerdo de «vamos a ir año a año», salvo que las negociaciones avancen de forma inesperada en esta reanudación.