Tipología del insulto

16/02/2013

Germán Temprano.

Para este viaje no hubieran hecho falta unas alforjas repletas de sacrificio y dolor por parte de algunos y generosidad por parte de todos. O se remedia, si se está a tiempo, o la Transición pasará de ser un ejemplo de convivencia a un espantajo que se agita en función de intereses que nada tienen que ver con el espíritu con el que se ganó la admiración del mundo. Y así hoy se usa, por ejemplo, para retraer de sus protestas a una ciudadanía que se ve obligada a pedir en la calle lo que el partido en el poder le niega en el Parlamento. Cuando se ven literalmente rodeados es, casualmente, cuando con mayor énfasis se apela al estado de derecho ¿Y hay derecho a que pase lo que está pasando? De poco o nada valen rectificaciones cuando no delatan sabiduría sino miedo. Lo que cuenta es sopesar qué valor tan rastrero le puede conceder a la democracia quien se niega a debatir sobre un dramático asunto que cuesta el futuro a decenas de miles de personas y a veces hasta la propia vida.

Bastaría calibrar las consecuencias para actuar contra los desahucios con carácter de urgencia, sin parches con los que ganar tiempo, pero es que además un millón y medio de personas con su puño y letra, y muchos más con su palabra lo pedían ¿Qué duda podría albergar alguien que de verdad creyera en el sistema que, entre otras cosas, le otorga su propio cargo? ¿Creen acaso que las gentes azotadas por la crisis y la injusticia se van a conformar ya con las jornadas de puertas abiertas para que les enseñen en el techo los tiros de Tejero? ¿No ha valorado el señor Rajoy que hasta sus mayorías silenciosas tienen voz? ¿Hace falta esperar al próximo barómetro del CIS para que se den cuenta del hartazgo? ¿No ven o no quieren mirar? Quizás ser un hijo de esa Transición, y uno lo es cien por cien, acentúa la sensibilidad por aquello que haber crecido en libertad sin olvidar por ello el alto precio de ese peaje.

Tener que digerir treinta años después cómo se incomunica el Congreso, cómo desde el gobierno, de modo algo más sutil, y desde algún medio de manera más grosera, se pretende amordazar a ciudadanos, actores o actrices pero ciudadanos ante todo, ver cómo la mentira se ha instalado ya no como medio sino como fin en el partido mayoritario o cómo se secuestra una televisión que es de todos, resulta ciertamente desolador.  Todo esto es lo grave por mucho que el presidente del Congreso crea que lo intolerable es que unos activistas vociferen desde la tribuna de invitados ¿Con qué cara se les puede reprochar falta de respeto a la institución cuando quienes mandan dentro a punto estuvieron de pasarse por el arco de triunfo la voluntad de millones de ciudadanos? ¿No es eso una descomunal falta de respeto?

No aplaudo gritos ni insultos vengan de donde vengan. Ni aquellos que pongan en duda la honorabilidad de sus señorías ni aún menos los que de manera sistemática cuestionan mi inteligencia y la de los demás. Bien debería saber el señor Posada que igual que te pueden llamar tonto a la cara también te pueden tomar por tal una y otra vez. Así, a vuela pluma, se me ocurre qué pensaría el mismo si algún dirigente de un partido le jurara que un presunto corrupto no tiene relación con ellos desde hace años y luego resulta que sí o que no se puede despedir a otro porque es totalmente ilegal y pasados un par de días sí se puede. Ya sé que es una hipótesis descabellada que jamás va a ser real, pero si pasara se sentiría más o menos como nosotros. Es decir, hasta el gorro.

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