Rajoy o casi nada

20/02/2013

Luis Díez.

Mariano Rajoy ha abordado su primer debate sobre el estado de la nación, tras catorce meses de gobierno, con la tradicional mirada al espejo retrovisor para contarnos lo mal que andaba todo cuando llegó a la Moncloa. El déficit público iba por el 9% en vez del 6%, el desempleo era un caballo desbocado y «la ruina nos amenazaba». Ante ese paisaje Rajoy confesó: «No me ha sido posible cumplir con algunos de mis compromisos electorales porque he tenido que cumplir mi deber como Presidente del Gobierno». Fue ésta una de sus más frases más brillantes, digna de figurar en la antología de las infotácticas de Arnold Toffler. Pero no fue la única. Antes aportó el dato de que el ajuste fiscal ha permitido reducir el déficit al 7%. O sea, que todo el sufrimiento social infligido a los ciudadanos se resume en dos puntos del déficit.

Sin mencionar las cifra creciente de paro, el presidente defendió la reforma laboral y desgranó una espiga de incentivos fiscales y a la Seguridad Social para fomentar la contratación de jóvenes y ayudar a los emprendedores. Todos han sido anunciados con anterioridad y también el famoso compromiso de que los autónomos y las Pymes no tengan que pagar el IVA antes de cobrarlo. Esta medida se difiere ahora al ejercicio de 2014. Se extendió después en la explicación del Presupuesto de la UE para el periodo 2014-2020, asegurando que «España ha obtenido un buen resultado». Destacó los 920 millones de euros para el empleo y el mantenimiento de la dotación de 35.000 millones de la Política Agraria Común (PAC) en esos siete años.

Vimos, en definitiva, a un Rajoy tan satisfecho de su gestión socioeconómica que al final de su discurso incurrió en sucesivas metáforas de optimismo tales como «España tiene ya la cabeza fuera del agua», «hemos atravesado todo el páramo de la crisis internacional», para acabar reconociendo que «estamos todavía en la fase previa a la recuperación, pero «ni la imprudencia ni la impaciencia figuran en mi programa». Y, por supuesto, como no podía ser de otro modo, al presidente le preocupa ese «millón largo» de familias con todos los miembros en paro, ese nivel de paro juvenil superior al 50% que está castigando a toda una generación. Pero no hay que desesperar, «la situación no es irremediable».

Aparte este análisis genérico, Rajoy acusó de deslealtad constitucional a Artur Mas y dijo estar dispuesto a negociar con el gobierno catalán las reivindicaciones fiscales y financieras para evitar la desintegración. Incluso admitió la reforma de la Constitución con el acuerdo y en el momento oportuno. Y como no podía ser de otro modo, dedicó cinco minutos del discurso a la corrupción política. Negó que en España haya un estado generalizado de corrupción, «eso es una insidia»; «ni España es la nación más corrupta ni todos los políticos son corruptos ni nos hundimos por culpa de la corrupción». Dicho lo cual, ofreció un pacto anticorrupción con una Ley Orgánica reguladora del ejercicio de las funciones políticas, reforma penal, transparencia de los políticos y regulación de los «lobbies». Grandes aplausos del PP.

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