Los partidos catalanes sin referente estatal

27/02/2013

Josep M. Orta.



La realidad es tozuda y se acostumbra a imponer a las diatribas de políticos y tertulianos, y esto vale tanto para los que ejercen en Madrid como los que lo hacen en Catalunya. Ni es verdad que la mayoría de catalanes se sientan cómodos en España ni tampoco lo es que todos los catalanes sean independentistas.

Los hechos desmienten ambas hipótesis y van siguiendo su curso lógico aunque muchos se obstinen en ignorarlo. El camino que estrenaron el martes los diputados del PSC, rompiendo la disciplina de voto del grupo socialista y votando a favor del derecho a decidir dentro de la legalidad (propuesta que figura en su programa, aunque últimamente los programas parece que están para incumplirse) no sólo ha enfurecido a la dirección del PSOE, que esto sería lo de menos, sino que puede propiciar el fin de los treinta y cinco años de matrimonio si prosperan las voces que claman por la ruptura del pacto entre los dos partidos.

Si ello se produjera Catalunya se quedaría sin partidos con posibilidades de gobernar que tuvieran homólogos en el resto de España, dado que lo previsible que sucediera es que el socialismo dividiera votos con el aterrizaje electoral del PSOE en Catalunya y el PSC siguiera su camino.

El otro gran referente en la política catalana es el PP. Hasta hace poco su peso político no han sido tanto los votos si no su papel de muleta del gobierno de CiU. La última contienda electoral le ha dado votos pero en cambio ha perdido capacidad de influencia y su papel se ha visto reducido al de la oposición vociferante, pura y dura, pero también estéril.

Ante este panorama las fuerzas nacionalistas, con mayor o menor radicalismo, el poder político catalán y los puentes que existían con los partidos estatales para articular políticas comunes se ve reducido al máximo. Las consecuencias que puede provocar esta falta de cohesión entre el Parlament y el Congreso o entre el Gobierno de la Generalitat y el Central son aún imprevisibles, pero presumen graves.

Incluso si PSOE y PSC rehacen su relación está nunca sería igual. Sectores del socialismo catalán hace años que reivindican una voz propia en el Congreso y cuando ha habido una primera vez, la situación se puede repetir porque las diferencias entre las dos formaciones cada vez son más significativas.

Los socialistas catalanes se encuentran en una grave encrucijada desde hace años y su obediencia a las directrices del PSOE ha propiciado que vayan de debacle en debacle. De la misma manera que Artur Mas buscaba un pacto fiscal y se ha visto obligado a liderar la opción independentista para que su formación sobreviviera electoralmente,  el líder de los socialistas catalanes –Pere Navarro (nada sospechoso de tener debilidades independentistas) se ha visto forzado para mantener un lugar en el mapa político a votar diferente con el PSOE. Otras veces en el Parlament han votado una cosa y en Madrid la contraria y ello les ha desgastado considerablemente y ha provocado no pocas tensiones en la formación.

Mientras la sociedad catalana, ya curada de sustos, sospecha que no es casualidad que la aparición en unos pocos días de numerosos casos de corrupción entre los políticos y las instituciones catalanas y precisamente no responsabilizan de esta situación a la laboriosidad de los cuerpos policiales del Estado. Con este planteamiento la interpretación que hacen es que hay una guerra sucia de acoso y derribo a las propuestas de que los catalanes decidan su futuro.

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