Los suicidios de los afectados por los desahucios se van repitiendo con machacona insistencia mientras que el Gobierno lo contempla impasible como esperando que la reiteración de estos trágicos sucesos deje de ser noticia en la prensa por convertirse en una rutina.

¡Qué lejos queda las altisonantes declaraciones de los responsables políticos cuando se produjeron los primeros trágicos episodios! ¡Cuánta hipocresía en las promesas de los partidos de tomar drásticas medidas para solucionar uno de los principales problemas del país y el grave drama de un importante colectivo de afectados! Junto a ello cuántas muestras de solidaridad de vecinos y organizaciones que tratan con su presencia de impedir la triste labor de los responsables de la justicia con la inestimable –y contundente- de las fuerzas policiales.

¡Qué hábil la postura de los dirigentes de la banca que, tras guardar un prudente silencio, cuando alguien pretendía tímidas medidas para paliar este dramático problema han movido los hilos para dejar claro que según qué medidas se tomaran haría peligrar el sistema de créditos para las hipotecas… ¡Qué campaña de imagen la del PP al cambiar su sentido del voto a última hora en el congreso para permitir la tramitación de un proyecto de ley promovido por la iniciativa legislativa popular con el respaldo de millones de firmas! Ya vendrá la tramitación parlamentaria para desvirtuar con su mayoría absoluta el espíritu de esta propuesta.

Junto todos estos dramas vemos que los escándalos de gran corrupción florecen como setas hasta el punto que muchos ya consideran a todos los políticos como “presuntos corruptos” mientras la justicia se toma con calma estos procesos y tarda años en dictar sentencia. Si esta misma parsimonia la tuvieran con los desahucios no sólo se habrían resuelto muchos problemas sino que posiblemente se hubieran salvado no pocas vidas. Si por el contrario la celeridad con la que actúan en los casos de las hipotecas impagadas lo hicieran con los políticos poco honestos la sociedad posiblemente tuviera otra opinión de la res publica