Inauguración de la tienda Del Pozo con García Revenga

11/03/2013

Carmen Duerto.

Ana Rodríguez

Ana Rodríguez

Si ves a Fernando de Alba en un lugar, es que ese espacio merece la pena. El marqués de San Vicente del Barco, estuvo en la inauguración de la primera tienda de Del Pozo (Calle Lagasca, 19 de Madrid), sólo un hombre que se ha criado desayunando con vistas a los cuadros de Goya, sabe apreciar lo exquisito de un espacio dedicado al noble arte de la moda y cuando ya te vas, aparece el secretario, asesor y extesorero de las infantas, Carlos García Revenga, piensas que sí que mereció la pena acudir al estreno.

Josep Font ha escogido hasta los interruptores del baño (imitando antiguo), el marmol negro del mostrador se lo ha traído de Japón, el suelo es de roble envejecido, las esculturas lámparas en latón firmadas por Barbi y encontradas en anticuarios y así los 300 metros cuadrados de tienda. No era raro que Indre Rockefeller, socia de Moda Operandi junto a Lauren Santo Domingo, se paseara de rojo minifalda, total look de Del Pozo, por la tienda intercambiando opiniones con Miguel Mas San Eduardo, Xandra Falcó o Amelia Bono. Por cierto, Nuria González llegaba un poquito tarde porque había estado escogiendo zapatos de MaryPaz, la empresa española que en zapatos es como Zara en la ropa y eso le había llevado mucho tiempo, dada la cantidad de maravillas que tenía delante.

Olivia de Borbón

Olivia de Borbón

Aparición estelar la del asesor, secretario y extesorero de las infantas, Carlos García Revenga. Los casi dos metros de asesor real, llegaba sobre las nueve y media, sonriente y tirando de las orejas a algunas colegas periodistas, por las informaciones que publicaban sobre él y sobre sus «jefas». No me dió tiempo a preguntarle si, como personal laboral de la Casa Real, hará huelga en los próximos días porque el cóctel organizado para unos cien amigos de la marca, era demasiado elegante y para entrar en esas cuitas. Y para terminar, un detalle que lo dice todo de ese diseñador llamado Josep Font, que diseña Del Pozo, prohibió que se sirviera jamón dentro de la tienda para evitar que unas manos grasientas en un descuido pudieran tocar las obras de arte, llamada ropa, cosidas y bordadas con tanto mimo. Y como la artesania cuesta, el abrigo de seda con aplicaciones bordadas, superaba los 3000 euros y el vestido de punto de seda, los 6000 y así, en un sin parar de euros.

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